domingo, 11 de marzo de 2007

USTED

En la universidad repetí tres años la misma asignatura. La aprobé a la primera pero la profe era increíble y los dos cursos siguientes me dejaba caer cada vez que podía para oírla. Siempre contaba las mismas anécdotas pero tenía gracia...

Su idea de revolución consistía en plantarse un día en la puerta de la U.B., con un gorro, y repartir octavillas con poemas de Garcilaso. Cada Navidad escribía una carta quejándose de la ubicación de los cuadros de Picasso en el MOMA de N.Y., al lado de la puerta de los servicios. Cada Navidad recibía la misma respuesta.

Un año nos explicó que había descubierto una rendija de esperanza en la tortura de Sísifo. El mito podía dejar de sufrir mientras bajaba la pendiente. Hecha la ley, hecha la trampa. Como siempre, hay cosas que no cambian con el paso del tiempo. Digiriendo Salvador, lacrimosa y bastante indignada. Leonardo Sbaraglia ha sido el clik. Las hermanas, en piña, despidiéndose, me han roto.

Se me ha ido... Hablaba de Rosa Navarro. Tendrá sus cosas, como todos, pero recuerdo con especial cariño cuando hablaba del tuteo. Narraba, y parecía que vivía en una realidad paralela y añeja, el momento en el que una persona pasaba del usted al tú. Explicaba, desde un punto de vista amoroso, la emoción de ese segundo en el que se verbalizaba un sentimiento de cercanía. “Ahora todo el mundo te tutea. Vienen a traerme unos libros y el repartidor, de veinte años, de su edad, me tutea... Como si me conociera... Y a mí me entran ganas de preguntarle que de qué nos conocemos....” A mí siempre me quedó la duda de si volvían a tratarse de usted cuando la cosa terminaba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué grande es RosaNavarro! Yo estoy a favor de no desterrar usted para siempre, llamadme tradicional.. y me fascina que en lenguas tan cercanas siga teniendo un uso tan vigente y significativo, y en cambio en la nuestra se pierda (¿haya perdido?)de esta manera. A pesar de que yo tuteo a mucha gente que aunque no conozca considero mi igual, hay una frontera que no perdono y es la edad. El otro día me chirriaban los oídos en el ambulatorio cuando oí que todas las enfermeras, sin excepción, se dirigían a señores y señoras mayorcísimos, con bastón y de pelo blanco, usando un tú que más que informal sonaba ofensivo. Pese a que después de recibir su balonazo, la primera vez que un chavalín se disculpó diciéndome lo siento señora me acordé internamente de toda su familia..