viernes, 27 de noviembre de 2020

41 (cuarenta y uno)

En marzo nos descubrimos vulnerables como especie y en colectivo. Somos aún como polillas insistiendo en ir hacia la luz, en seguir con nuestras rutinas, en simular que aquí no pasa nada. En mi mente, hasta ahora, el 2020 ha sido profesionalmente más o menos esto: a ver cómo llega la primavera, joder tengo casi todos los síntomas, baja, tutorial express de Zoom, confinamiento, confinamiento, ¿y si me compro un anillo de luz para las videollamadas?, confinamiento, clases presenciales de básico cero con mascarilla enseñando pronunciación, ¿se puede uno reinfectar?, más clases con mascarillas japonesas de tela, mascarillas ffp2 y semiconfinamiento voluntario + toque de queda... 
En lo personal se resume en que he visto a mi familia directa 4-5 veces este año (dos antes de marzo) y otras tantas a mis amigos más cercanos excepto a Arturo y porque trabajamos juntos. Últimamente no hago nada más que leer de vez en cuando, escribir en privado para mí misma, escribir en público las cartas de mis ratones, dibujar y ver muchas series y pelis.

Nuestro cumple (el de Arturo y mío) es la avanzadilla del tema navideño y normalmente lo celebramos en privado aunque sea un ratito poniéndonos al día, reflexionando, dándonos energía suficiente para afrontar la preNavidad, la Navidad, los Reyes y el resto de tiempo hasta nuestro próximo cumple... este año será diferente. No pasa nada. Seguimos aquí y eso es lo importante. Estamos y es lo más importante. 

Gracias a Arturo por estar a mi lado enseñándome cosas importantes año tras año y, hoy, por sacar unos minutos de sus vacaciones para acercarse a la escuela, darme un abrazo y compartir este cumple. Gracias, claro, a los que siempre están ahí y, también, a los que han llegado nuevos... y a mis estudiantes/amigos o amigos/estudiantes que deberían tener una categoría propia en esta pandemia porque sin ser burbuja, sin ser "convivientes", paso más tiempo con ellos que conmigo misma. 

Hoy es nuestro cumple (el de Arturo y mío) y me han regalado vino, donuts, un pastel de chocolate casero, dinerín, libros, cartas, llamadas, mascarillas, mensajes y abrazos (1 físico y el resto virtual). No podría pedir más pero sí, me voy a pedir un ramen para cenar y terminar el día de celebración lluviosa por todo lo alto como la abuela que soy. Que estoy escribiendo lo saben aquí y around the world, claro.

Cuidaos mucho, porfa.