sábado, 10 de febrero de 2007

SÁBADO SIN SABADETE

Anoche soñé con que una cucaracha gigante estaba en mi habitación. Sabía que no era real porque en mi habitación aparecían también realidades imposibles. Para empezar no estaba sola en la cama. Tampoco, quizá por ello, salía corriendo ni me ponía a gritar histérica. El bicho se metía entre mi ropa y yo escondía la nariz bajo la manta amarilla que me cubría. Cuando salía de entre las perchas era más grande. Se colaba por la rendija abierta de la puerta que da a la terraza y volvía al poco, cada vez más enorme.

Ojos abiertos anclados en la esquina superior de la estantería. Silencio. Ni ronquidos a mi lado ni bicho. Alterada me voy a la cocina y preparo la comida. Veo el telediario con un plato de ensalada de mozzarella y tomate y otro de pasta con setas. Decido desayunar en la terraza y allí me quedo, tomando el sol en febrero.

He terminado el libro que me ha acompañado desde noviembre. Rescato un fragmento:

"- No importa -decía-. Un hombre debe vivir el presente y ¿qué importa quién eras la semana pasada, si sabes quién eres hoy?" (P. Auster, "El país de las últimas cosas")

A este sábado le faltan muy pocas cosas para ser perfecto. Una siesta, por ejemplo.

Concedido.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues sí, todos somos unos mirones... yo te miro a ti, tú me miras a mí, todos miramos para reconocernos, para conocernos, para ver si somos muy diferentes unos de otros, para darse cuenta de que no, cada uno con sus particularidades, pero todos temiéndonos a nosotros mismos, porque si es cierto que hay algo X que nos aporta continuidad, ese continuum interno, vamos cambiando, como dices en la cita. Y no sé si es mejor pensar o dejarse llevar...

Y esa foto de un pie junto a la ventana que mira al cielo con una nube que es una cara y que huele a nube de azúcar...