Ojos abiertos anclados en la esquina superior de la estantería. Silencio. Ni ronquidos a mi lado ni bicho. Alterada me voy a la cocina y preparo la comida. Veo el telediario con un plato de ensalada de mozzarella y tomate y otro de pasta con setas. Decido desayunar en la terraza y allí me quedo, tomando el sol en febrero.
He terminado el libro que me ha acompañado desde noviembre. Rescato un fragmento:
"- No importa -decía-. Un hombre debe vivir el presente y ¿qué importa quién eras la semana pasada, si sabes quién eres hoy?" (P. Auster, "El país de las últimas cosas")
A este sábado le faltan muy pocas cosas para ser perfecto. Una siesta, por ejemplo.
Concedido.
1 comentario:
Pues sí, todos somos unos mirones... yo te miro a ti, tú me miras a mí, todos miramos para reconocernos, para conocernos, para ver si somos muy diferentes unos de otros, para darse cuenta de que no, cada uno con sus particularidades, pero todos temiéndonos a nosotros mismos, porque si es cierto que hay algo X que nos aporta continuidad, ese continuum interno, vamos cambiando, como dices en la cita. Y no sé si es mejor pensar o dejarse llevar...
Y esa foto de un pie junto a la ventana que mira al cielo con una nube que es una cara y que huele a nube de azúcar...
Publicar un comentario