martes, 3 de abril de 2007

VOLVER a casa


Vuelvo a casa después de unas birras en buena compañía. El recibidor está cambiado. Candil, verde, vela, blanco, azul, media nube. Descripción de izquierda a derecha y de arriba a abajo.

Me meto en la cama ya. Me parece ajena esta noche. Es raro el proceso que nos enseña lo que es natural y lo que es extraño. Me resulta rara la noche desierta.

Uno escribe cuando tiene algo que decir, cuando vomita pensamientos, cuando se está solo y la letra es compañía, cuando se quiere leer algo en lo que identificarse, cuando se siente rabia y no hay ni un solo nombre, cuando -como en este caso- se ha vivido mucho para adentro.

Luz para iluminar el camino. Verde de vida, de enredarte en otro, de crecer con la lluvia, de alegrarte si sale el sol o hay tormenta, también de picardía. Amistad que no se ve en la foto pero está de soporte base, aguantándolo todo. El calor de una vela en la intimidad que te alumbra lo justo para ver defectos y virtudes y tener esperanza. Aún (y) Así.

No funciona el mechero. Fumo menos que hace cuatro días. Me he bebido tres Voll-Damm. Este es el post número 100 que escribo. Cuántas noches...- dice una nostalgia babosa-.
¡A cascarla! -dice mi parte quilla-.

Volver a casa y no encontrarte -aunque te espero-. Volver a casa y no escuchar más ruido que el de la gaviotas riéndose (como esta mañana). Y el de la alarma del reloj sonando (mismo paréntesis).

Volver a casa, ya lo dijo C. Martín Gaite, no es más que descansar...

Se admiten interpretaciones pero yo tengo tres lunares más que repartir por mi piel...

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