jueves, 1 de octubre de 2009

RUTINAS

Faltan 10, 8, 2 minutos para el pipipipí repetido. Saco la nariz de debajo de las sábanas. Despego la frente de las 2 ó 3 almohadas laterales. Con los pies fuera del colchón recorro sus límites inferiores. Me tapo los hombros y giro dando la espalda a la pared. Postura fetal mirando el cielo que se escurre por el ventanal. Si llueve me ovillo aún más y ronroneo. Si hace sol me destapo y cargo baterías ecológicas internas.


Suena la alarma una sola vez, a las 07.15. Estiro el brazo hasta alcanzar el móvil guiándome por el azul de la pantalla. Salgo de la cama por la izquierda. Así me va. Sin zapatillas y alborotándome el pelo me arrastro hasta la cocina. En una taza verde pongo leche, una cucharada de café y dos de azúcar. La meto en el micro un minuto y diez segundos. El tiempo pasa lento si me quedo viéndola girar. El tiempo pasa muy rápido si entro en el lavabo. Meo. Me lavo la cara, la acerco al espejo. Me toco las mejillas. Me guiño un ojo. Qué solo se está recién levantado. Me echo agua en los rizos. Abandono. Cojo mi café. De camino a la habitación elijo ropa a una sola mano y daltónica. Echo la cortina. Aparco la taza en cualquier mesita. Me desnudo.


Ropa interior. Búsqueda de zapatos. Móvil en el bolso. Tómate la bromelania que se te enfada. Pantalones. No te olvides las fotocopias. Sujetador y camiseta. Cierra la ventana. Coge una chaqueta para el tren. Comprueba las llaves, el monedero, el móvil y el tabaco. Mañana vacío la papelera. Si llego pronto esta tarde tengo que acordarme de comprar café y agua.





Las rutinas empiezan aún antes de que cruce la puerta de casa y
"corra" a la parada de bus. La mayoría de ellas son llevables. No me gusta, por ejemplo, la rutina de que me pique el dedo índice de la mano derecha cada día a las seis y media, pero tampoco le hace daño a nadie.


Viene lo negro. Ya estoy escuchando la lluvia.

Egon Soda, "Adiós".

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