viernes, 11 de mayo de 2012

KIKO AMAT, Lista del Mes

 Hacía meses que no me dejaba llevar alegremente por los links de este blog. Hoy me he reencontrado con Kiko Amat. Una pena no haber sabido que visitaba El Céntric a su debido tiempo.





15 de marzo de 2012
1) Twitter: Además de poseer un nombre absurdo que, por mucho que uno le busque coartadas hip, a lo único que remite es a a Tweety The Bird (Piolín), el condenado engendro permite el mismo despliegue de intelecto y sagacidad que las notas aquellas que nos pasaba el más burro de la clase en 5º de EGB (las que solían decir cosas como: “La madre de Pablito no tiene tetas” o “Huele esto”). Para un hombre de otra época como quien les habla, resulta incomprensible eso de querer decirle a todo el mundo lo que piensas todo el tiempo. Me hace pensar en aquella frase de Downton Abbey (“Why do you have to say what you think all the time? None of us do”). ¿Es que nadie comprende que el silencio es oro, como cantaron los Tremeloes? Y no, antes de que lo pregunten: no sé a ciencia cierta qué significa “retuitear” a alguien, pero en la era victoriana se arriesgaban a poco menos que un duelo a primera sangre por ir soltando impertinencias de ese jaez.
2) Facebook: Facebook es una cosa tan grotescamente absurda que casi me avergüenzo de haber escrito su nombre. Debería llamarlo “El artefacto que no puede ser nombrado”, o “El patíbulo infernal que habita en las pestilentes simas de la mente” o algo de parecido tono Lovecraftiano. Los argumentos en su contra son casi clichés urbanos, así que seré breve y se lo ilustraré con marcado tono pedagógico: eso no es tener una “vida social”, en ninguno de los significados etimológicos o prácticos de la expresión. Es, de hecho, su perfecta negación: un sistema para ahorrarse el participar en cualquier tipo de interacción con humanos y reducir el mínimo contacto restante a su denominador común más banal, bobo, efímero y estéril. E intrusivo, por añadidura: me han contado lo que significa “taguear” a alguien en esa plataforma diabólica, y me resulta incomprensible que el acto no esté castigado con cien zurriagazos al infractor en la plaza pública. Ningún adulto de pelo en pecho que presuma de tener amor propio, alma y dignidad debería estar perdiendo el tiempo con esos livianos entretenimientos para púberes abúlicos y abuelitas demenciadas. Vayan a un bar, hombre; vayan a un maldito bar.
3) Iphone: Me encantaría ciscarme en esto, pero ni siquiera sé lo que es. Sólo lo conozco de vista: una suerte de telesketch cosmonáutico en el que uno debe untar los dedos para masajear mensajitos (en apariencia de suma importancia táctica para el despliegue de nuestras tropas en el Pacífico), ver fotos más cursis que una película de Sam Mendes y perder el tiempo de forma auténticamente miserable. Una de sus aplicaciones más utilizadas, según he escuchado decir en mi pabellón psiquiátrico, es precisamente la de Twitter: es decir, conocer, minuto a minuto, los pensamientos indolentes de cualquier pelanas mientras reflexiona, sentado en la taza del váter, sobre la conveniencia de ir o no al callista aquella semana; o mientras efectúa cualquier otra actividad sin ningún resultado ni ganancia intelectual aparente, pues el desventurado que manosea un Iphone cuando algo hermoso sucede a su alrededor está demasiado ocupado texteando  para gozarlo de veras. No me iré con chiquitas: para mí, hablar con alguien que esgrime un Iphone es muy similar a tener una conversación extenuante y de alto calibre con mi hijo menor. Uno trata de razonar con un enano incapacitado de forma patológica para concentrarse, reflexionar sistemáticamente o mantener su atención fija en un solo tema durante un periodo razonable; alguien que, mientras usted le está hablando de lo importante que es compartir los bienes o cagar en el lugar adecuado, en realidad solo visualiza piruletas gigantes, jirafas afónicas y barbapapás peludos. Háganse cargo: si yo sacara una baraja de cartas y me pusiera a jugar al mus con inquietante cara de enajenado justo cuando ustedes me están relatando algo crucial sobre la prostatitis de su suegro, ¿Cómo se sentirían? Hagan el favor de concentrarse, por Dios.
4) Blackberry: Mientras escribía esto, mi señora me ha alertado de que la Blackberry está ya passé. Que los Iphoners miran a los Blackberriers con condescendencia y arrogancia, como si los segundos fuesen personas aquejadas de un mal antiguo, jorobados o gotosos o tuertos. Que no malgaste demasiado tiempo –me dice- injuriando a un cachivache en vías de desaparición, y que como no llene el lavavajillas de inmediato me vacía un ojo con una cuchara. Vaya. Independientemente de lo anunciado de la defunción del trasto en cuestión, y de las caras de babiecas que lucen nuestros seres queridos cuando están manipulando uno, no me digan que no es trágico esto del avance tecnológico desenfrenado. La humanidad ha escrito cartas desde que emergió de la prehistoria (¡hace miles de años!), y sin embargo hoy en día la duración aproximada de cada nuevo bártulo digital es, siendo optimista, de media década. No me digan que no es para echarse a llorar.
5) Blogs: Ni lo digan. Sé que tengo uno. Pero también tengo el culo peludo y los incisivos en desorden, y no es algo como para estar orgulloso ni irlo cantando desde las montañas, precisamente. Voy a confesarles algo ignominioso: cuando uno escribe en blogs, automáticamente escribe peor. El receptáculo condiciona en tal medida el contenido que uno trabaja con menor respeto por la palabra, con un esmero debilitado, con un trágico acercamiento esto-ya-valdrá. Es así, y de nada serviría negarlo. Incluso esta porquería que acabo de escribirles va a ser corregida solo un par de veces y avall, lo admito. Por otra parte, un texto cuyo destino es la página impresa pasa semanas y semanas sobre la mesa del despacho, siendo revisado una y otra vez (sobre papel, además), podado aquí y allá, adelgazado, y poco a poco se le va eliminando lo superfluo, redundante, feo. Es un trabajo de amor (si me permiten ser un poco presuntuoso). Escribir es una artesanía como cualquier otra; y asimismo, cuando el continente resulta ser un blog, la artesanía se torna pegote, chapuza, se lo arreglo con un cachito de cordel y algo de cinta aislante, ni se lo voy a cobrar, señora. Es terrible, en efecto, pero no parece tener solución. Un blog siempre será peor que un libro. Me da igual que chillen.
6) Google: Podría haber dicho en el parágrafo 5 lo que voy a soltar en un instante, pero me apetecía repartir equitativamente mis cachetes. La pregunta “¿Google nos hace estúpidos?” solo puede contestarse con un rotundo sí (o, si estaban ustedes leyéndola en un Iphone, con un “¿Mandeeeeee?”). Recogiendo mensajes fragmentados aquí y allá quizás nos aproximemos a algo parecido al saber, pero será un saber incompleto, desconectado de ámbito y contexto. Es como comparar la pastillas de astronauta sabor carne con un chuletón gallego de existencia certificable, humeante y en plena hemorragia, torturado con sal gorda: tal vez los nutrientes estén en ambos lados en una cantidad similar, pero solo en uno el concepto “chuletón gallego” se manifiesta en toda su exactitud, salubridad y esencia. Aún iría más allá: el conocimiento recopilado exclusivamente por métodos virtuales carece, en la mayoría de casos, de capacidad nutritiva. Son bocaditos, tabletas de chocolate de máquina expendedora; alimentos que no dan la talla en cuanto a tales, que no logran sustituir las cuatro comidas recomendadas. Porque el conocimiento (y el alma para utilizarlo) no pueden construirse a lo loco, con malos ingredientes y un robot de cocina. Al final, tienes que leerte todos esos libros de forma pausada, escuchar esos discos en la forma que fueron concebidos, de la misma manera que tienes que esperar a que la cebolla esté dorada exactamente como procede. Lo otro es como utilizar chuletas en un examen: les ayudará a salir momentáneamente del apuro, pero no están aprendiendo nada. Y ya ni les hablo de la cantidad e información errónea que contiene “la internet”, porque les daría un soponcio.
7) Ebooks: No joroben, hombre.

                                                                                                                            http://www.kikoamat.com/web/page/3/


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