domingo, 20 de enero de 2008

RAPE ME (Nirvana)



De la esquina de mi cama a la mecedora casi intacta, con funciones de armario a jornada partida. Medio amanecer, por lo de mediodía, en mi domingo. ¿Alguien es consciente del olor que desprende su habitación después de roncar muchas horas? Y aún así brilla la ventana, poseída por un flash que odio ciegamente, y me lame la cara el sol a través del cristal. Ya no está. En algún rincón de esta habitación se me ha perdido algo. Lo sé igual que lo sabe Helena cuando salimos de la sala de profesores y me dice que se deja algo y que no sabe qué es. Pienso, quitándome las legañas, que los olvidos de Helena suelen tener poca relación con el mundo en el que se mueve permanentemente... -una llamada, un cumpleaños, una fiesta...- Subiéndome al 50 me acuerdo. Anoche me dormí pegada a una espalda. Y la frase del título era mía.







En ese territorio de nadie que es el espacio vacío en el triángulo formado por cama, mesa de ordenador y "salón de té" están todas las cosas que fui y que seré sin llegar a ser extremo. En el norte de la foto el ordenador, con su conexión fallida repleta de incidencias masivas naranjas, la ventana sin luz natural que me abre la puerta a otros mundos. Al este la mecedora, la butaca, la mesita... una conversación a dos voces, mira, mira, esto es todo lo que he aprendido, a ver si te sirve de algo... Al oeste la cama, enorme y pequeña a ratos, para dormir y para la confidencia, para el misterio de encontrarnos en ella otra noche más. En el centro de la foto el triángulo de las Bermudas. Todas las preguntas que no hago, todas las respuestas que no tengo ni espero encontrar en unos días. Nirvana.

De Kurt Cobain lo que más me ponía era su barbita incipiente y sus jerseys. Delgaducho, desgarbado, con los pelos rozándole las pestañas. La manera de cerrar los ojos cuando cantaba. El pecho que se le hundía en el centro. Las manos nervudas que se calmaban con la guitarra. La sonrisa difícil de muchos videos, sin atreverse a enseñar los dientes, contenida, lograda a base de muchos intentos, un regalo. No me gustó nunca la tristeza eterna, ni la voz quejicosa, ni el rollo baboso con su Courtney de los milagros y, todavía menos, que se muriera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Tú, mentando al añorado Cobain? Increíble, cada día una sorpresa