Mis padres que seguirán sin entenderse ni conocerse, pidiéndole peras al olmo, sacrificándose, decepcionándose, mintiéndose y cabreándose.
Y me.
Y conmigo.
Y por mí.
Juro que para el próximo fin de año me dejo de chuminadas y engullo una uva tras otra hasta que me atragante, a ver si así reaccionan y dejan de hablar de lo mismo y se preocupan con razón. 365 días de prácticas y tregua hasta entonces.
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