lunes, 28 de enero de 2008

ANTEBRAZO



Echo de menos el "Sábanas con chinchetas". Cuando yo era "chinorri", como se decía en la época, imaginaba mi voz al otro lado de las ondas radiofónicas, una voz que no era la mía sino la que soñaba con tener.

Una niña en Nairobi visitaba un país africano con follaje keniano y lo flipaba cuando otros se indignaban por su intento de obtener el quesito de ciencias. Y una se convertía en sabia y era capaz de adivinar lo que otros decían en suajili -y se duchaba y pasaba dentro de la olla, tan negra como tú-.


Había dos tipos de personas cuando éramos críos: los que dibujaban a las personas naranjas y los que las pintaban rosas. El cenutrio rosado de esta semana tiene nombre, nacionalidad y hasta peinado de último mohicano. El de la semana pasada era el mismo. El tipo de rosa era extraño, o había bebido mucho o tenía fiebre o pasaba mucho calor. El muñeco de naranja era lo común, éramos casi todos. Una persona más, normal, con sus historias, sus picaduras, sus cicatrices, los museos habituales.


Me voy a dormir a horas intempestivas y tempraneras. Esta semana he conseguido, por unas cosas o por otras, irme a dormir sintiéndome recompensada en casi todo y hacía mucho que no me pasaba en casi nada. Me toca sólo, y sólo porque yo quiero, dar las gracias a los habituales por la parte que les toca y por todo lo que me regalan. Paso de nombres propios. A roncar desde ya. Aún es martes.


P.D.: Gracias codo por los aplausos y las fiestas... ¿quién dijo miedo?

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