Hojeo las letras primeras, muchos meses atrás, y no me oigo en el sonido de este teclear. He cambiado de voz y de ritmo. Y quién no, el tiempo es tiempo. No me he perdido mucho, ni poco, lo justo. No me arrepiento de lo dicho en tinta ni en verbo, no me cabe duda de que fue leído y escuchado. Siendo justa conmigo reconozco que he luchado -qué menos cuando apuestas fuerte- , con el resto no es tan fácil, me cuesta admitir según qué sacrificios, determinadas lecturas del tarot que lo deciden todo, supersticiones, arrebatos. Todo suena confuso cuando escribo de pasados.
Lo pasé bien con esto de colgar fotos al llegar y buscar una frase, eso de ir pasando el día y, de repente, encontrar lo que me apetecía escribir, describir, compartir. La cosa es que ya no más. El garito cierra. ¿Explicaciones? Innecesarias pero varias. Me cansé. Yo no sirvo. No respeto el límite entre lo público y lo privado. No tengo nada nuevo que decir, todo está mil veces dicho y mil veces mejor. Echo de menos lo de pasar página.
Normalmente cuando ando así me corto el pelo. No lo descarto esta vez tampoco, total, es luna llena y así crece más fuerte. Esta vez, en fin, no me basta con ver los rizos en el suelo. Quiero estar sola y acompañada por un rotulador negro a estrenar. Que no me turbie la mirada un sólo gesto. Volver a escribir, a leer, a pensar pa dentro, sin juicios. Sonreír a aquellos que se lo merecen en la intimidad. Les enseñaría las encías a estos dos, por lo cercanos que los he sentido al leerlos hoy, aún sin conocerlos...
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No sé decir adiós con propiedad y determinación. Cuando lo pienso me vuelvo tartamuda , echo balones fuera o me quedo muda a secas. Balones fuera. Hoy he estado revisando paridas varias de hace años y me quedo con este hombre que tiene cara de bueno y los labios finos -qué contradicción vital-.
Sin más.