martes, 7 de agosto de 2007

REPTILES



En octubre del año pasado hacía un tiempo de verano. Hasta la semana anterior a mi cumpleaños llevábamos manga corta (finales de noviembre) y una chaquetilla por si las moscas. Antes, para mí hace siete años exactos, las dos primeras semanas de agosto eran las más calurosas. En casa de mis padres se sacaban los tres ventiladores al comedor a la hora de cenar y después cada uno se llevaba el suyo a su habitación. Dormía durante la mañana y veía la tele en el sofá con todas las persianas bajadas y las puertas abiertas, situada justamente en la mínima corriente de aire que circulaba entre el balcón y la galería. El suelo era otro de los lugares preferidos por cualquiera con sangre hirviendo en las venas para charlar, leer o lo que fuera. A partir del 15 de agosto la lluvia llegaba sin avisar y del mismo modo se marchaba. En septiembre, para las fiestas de Bellvitge y del Prat, su presencia estaba asegurada.

El año pasado, en octubre, los lagartos de Paestum aprovechaban para cambiar la piel y se vestían de gala.

Vacaciones.... qué bonita palabra y qué lejos quedan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya no queda nada para que andes haciendo el reptil por cualquier parte que no sea esta ciudad, que no sea con nosotros, sí? Se te echará de menos, pero olvidar un rato lo que hacemos cada día durante demasiado tiempo, siempre es bueno. Intento olvidar que es domingo entre libros, pero no pude resistir escribir, al fin, después de casi tres meses de silencio. Supongo que los domingos nunca fueron buenos compañeros para escribir. Ale, besín