miércoles, 4 de mayo de 2011

DESLUMBRAR

Aparece y ya está todo dicho.


Mi nombre importa poco o nada ahora. Babeo. Nada más que añadir, Sr. Juez.


Ayer y antesdeayer y al otro fueron días. Ahora es jueves. Matemáticamente podría enumerar los días de mi nueva vida y necesitaría menos de la mitad de las falanges de una de mis manos. Podría decir que usaría para contar los días de esta nueva era la mitad de los dedos de mi pie izquierdo.


Ser consciente de un cambio en tu historia es poco frecuente, ¿no? Estamos tan acostumbrados a las pelis de Stallone que una semana de vida real se nos hace sosilla y se nos atraganta un poco. Sin embargo, en contadas ocasiones, uno es muy consciente del cambio y del papel que juega en ese zigui-zaga futbolero y mide sus fuerzas contra los once y planta cara al árbitro que somos nosotros mismos.... Y no hay roja directa, como mucho amarilla, amonestación por las formas algo bruscas de llevarlo a cabo.. El juego sigue y nos crecemos todos, tanto, tanto, tanto, que nos creemos que somos buenos y que podemos ganar y que este es el partido del siglo.


En mi clásico he ganado yo. He sido rápida, he confiado en el respaldo de mi equipo, he tenido un buen entrenador de esos que lo esperan todo pero que no dicen nada más que palabras bonitas, me he lucido y he deslumbrado.


En mi clásico he perdido yo. El otro equipo me pilló a contrapié, mi entrenador me exigía juego sucio, me gritaba a cada segundo, me he puteado y me he negado a seguir jugando con ese estilo. He visto la segunda parte desde el vestuario. No había agua caliente.


Los clásicos son la vida misma. Casillas sigue pensando, y está en lo correcto, que le ganaron, que le superaron las circunstancias (justas o injustas). Messi y Abidal saben que han ganado, porque lo lucharon, porque lo merecieron. Mourinho debería admitir que perdió porque todo su equipo estaba en su contra, porque lo ha hecho mal, porque su planteamiento en la ida era de cobardes e impropio de un club de fútbol de primera. Valdés sabe que no ha perdido pero no puede confiar en haber ganado porque tampoco tuvo las ocasiones necesarias para demostrarlo.


Independientemente del resultado en el marcador unos pueden ganar, perder, ser vencidos o dejarse ganar.... 4 opciones como mínimo... Y eso sin recurrir al árbitro o a Dios o a cualquier ente superpoderoso en el que uno haya depositado su fe.


Imagino que la vida viene a ser esto. La teoría del sándwich. Pan, cosa, pan. Una buena, otra regulín, otra buena... y así lo regulín parece hasta un piropo.

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