viernes, 19 de diciembre de 2008

MORIR O MATAR 0´0







"Te sentaste justo al borde del sofá
como si algo allí te fuera a morder.
Dijiste: "Hay cosas que tenemos que aprender,
yo a mentir y tú a decirme la verdad,
yo a ser fuerte y tú a mostrar debilidad,
tú a morir y yo a matar."

Y después se hizo el silencio y el silencio fue a parar
a una especie de pesada y repartida soledad,
y la soledad dio paso a un terror que hacia el final
nos mostró un mundo del que ninguno quisimos hablar..."

Nacho Vegas, "El manifiesto desastre"

El regalo del día. A ver si aprendo de una vez a


- Escuchar. 0´0. Sin interpretar. Sin poner cara de circunstancias. Sin sentirme indefensa.
- Vivir. 0´0. Esto no es un drama, no es tan trágico. Basta ya de "Pero qué mal, (Maica, has vuelto a hacerlo mal), muy mal (lo hiciste mal) con mis coros y unas cuantas guarras sonriendo con su minifalda y sus ganas de meterse tres de golpe.
- Perdonar. 0´0. El resquemor suma grados. Y me.
- Querer.Me. 0´0.


Y sí, también debería dejar de escribir chuminadas sin sentido 5´4.

lunes, 8 de diciembre de 2008

RELOJ DE ARENA





De cada segundo podemos hablar en negativo o en positivo. En negativo es faltar, restar, quitar, caer, olvidar, pasar página... Positivo sumar, crecer, pensar, escuchar, hablar, contar...

Granito 1. Bajando. Crece la montaña de recuerdos buenos, suben las ganas, pesa más en la balanza el resumen.

Granito 2. ¡¡¡Yuyu!!! Que si esa contestación no es apropiada, que si falta ná y menos, que cómo lo vamos a hacer si no hay presente, que no encuentro mi agenda, que dónde estás, que qué has comido, que no nos vemos en el espejo...

Granito 3.


Granito 4. ¿El miedo puede ser una adicción? Pienso en miedo como sustancia química a la que te puedes enganchar... No tengo claro con qué fin.

Granito 5. Me canso de oírme y, aún así, tengo que seguir hablando en voz alta.

Granito 6. Hablar puede traerme una solución.

Granito 7.

Granito 8. ¿Hasta qué punto depende de mí la situación global?

Granito 9. ¿Qué necesitamos para que todo funcione?

Granito 10. RE.. que resonrieras, que reestuvieras tranquilo, que reespiraras, que recobraras el optimismo, que requisieras descansar junto a mi cuatro, que recompartieras paz.

Granito 11. Compartir paz es imposible si ninguno la tiene.

Granito 12. Si llamo porque llamo y agobio. Eso está muy mal.

Granito 13.

Granito 14.

Granito 15. A veces vemos las cosas como de nuevas, como si no las hubiéramos visto nunca jamás antes. Eso acojona mucho, sobre todo a la cosa mirada.

Granito 16.

Granito 17. En los grandes éxitos de mentir se incluyen las grandes versiones de no decir, y su último hit de no pensar.

Granito 18. Ya que has nacido en una familia modesta y no te ha tocado nunca la lotería... Trabaja en algo que te guste, aunque la gente se descojone. Se duerme mejor, incluso en una habitación alquilada y compartida.

Granito 19. No le pidas peras al olmo.

Granito 20. Ayer intenté poner en práctica la técnica de Risto para los momentos bajos. No me cogió el teléfono el primer nombre que salió de mi agenda memorística.

Gramito 21. La Moños me ha regalado hoy un momento mecedora de esos... Gracias.

Granito 22. Cada situación es una vuelta de reloj nueva, y los granitos de arena son aleatorios en su caída. ¿En el fondo son los mismos?

Granito 23. Malpensar es juzgar. Te quedarás corto de información siempre, y no es cuestión de títulos, sino de indecisión.

Granito 24. La vida es otra cosa, no me cuentes más historias de miedo.

Granito 25.

Granito 26. Antes de una mudanza hay que comprobar que tienes tu nombre bien claro escrito en todos tus libros. (by Juanito Caminante)

Granito 27. Hoy entiendo lo que soy, tengo claro dónde voy hoy, ya no quiero arreglar hoy, me he despertado hoy, lo que he dormido ayer, lo que he gastado hoy, lo que ha empezado ayer, hoy por ayer... Los Piratas.

Granito 28.

Granito 29. "Qué puedo hacer si ya no te quiero, si ya no quiero verte más, solo quiero estar en mi matadero, en mi vertedero, sólo quiero descansar y guardar la ropa..." Los Piratas.

Granito 30.

Granito 31. Si tú llegas a un evento, pongamos algo como una boda, y a la entrada te preguntan: ¿tú crees que está loca o no? Respuesta afirmativa a la izquierda, negativa a la derecha. Yo misma tiraría a siniestra.

Granito 32. "M" es una canción facilona y pegadiza.

Granito 33. Te echaré tanto de menos, que las manos se me duermen, te echaré de tanto de menos que no sé cómo parar esta canción. Tengo que dejarte o no voy a llegar... Fin de la seguna parte, Los Piratas.

Granito 34. "Promesas que no valen nada". Prometo no mandar más cartas y no pasar por aquí. Prometo no llamarte más y no inventar ni mentir. Prometo no seguir viviendo así. Prometo no pensar en tí. Prometo dedicarme solamente a mí... Nada es siempre toda la verdad, nada significa nada... palabras que no dicen nada en estas cuatro paredes... y el aire que me sobre alrededor y el tiempo que se quede en nada, nunca más escucharé tu voz de energía nunca liberada... Y más Piratas.


Granito 35.

Granito 36.

Granito 37. Esto va rápido. Si pienso en negativo saldrá mal. Para bien, para bien, voy a pensar que todo es para mejor.


Granito 38.

Granito 39.

Granito 40.

Granito 41. Una psicóloga no me va a ir mal. Ya va siendo hora, ¿no? Por lo menos tengo un motivo para ahorrar.

Granito 42.

Granito 43.

Granito 44. ¿Y si la solución es que no hay solución?

Granito 45.

Granito 46. Si ignoro al mundo es porque no me importa. Esto está muy mal.

Granito 47.

Granito 48.

Granito 49. El insomnio llegó con tacones de aguja y andar caballuno un piso más arriba. Y venía envuelto en pasta de notequieros y salsa de cabreos silvestres.

Granito 50.

Granito 51. Si no puedo ser yo y que todo fluya... ¿qué cojones hago aquí? ¿de qué sirvo? ¿a quién?

Granito 52.

Granito 53. Las cosas importantes no son cosas.

Granito 54.

Granito 55.

Granito 56.

Granito 57. Todo lo que sube baja pero algunos pájaros no están satisfechos con esta teoría.

Granito 58. Como una ventana que al cerrar no ilumina el punto que ha dejado entre tinieblas, una sombra entre las piedras. Así se ha quedado sin razón, nadie le ha explicado que no existe explicación y tiene tantas dudas,y como le podría yo explicar que la pena dura tanto como quieras tú seguir llorando y aunque tú revises tu interior siempre queda algo que te dice que esto es para largo, aunque no lo tengas claro y quieras escapar....Mi coco me dice que hoy mi vida entera pasará, ante mis ojos, y pediré perdón. Con la razón estudiaría, un libro abierto es hoy mi corazón, mi alma entera te daría... si yo tuviera garantías de que soy yo a quién tú esperas... Como una mentira se perdió, no esperó a que se callaran los rumores que decían que... no iba a volver... No se olvidó ni tampoco repitió...sus errores se perdieron... como el amor. Y aunque nunca tuvo claro si había sido bueno o malo... cómo iba a recuperar el tiempo que se va, nunca volverá ni aunque tú te empeñes... aunque no lo tengas claro y quieras escapar...Mi coco me dice que hoy mi vida entera pasará ante mis ojos... si yo tuviera garantías de que soy yo a quien tú esperas...

La última, lo prometo.

Granito 59.¿Estas cuatro paredes y tres puertas nos cobijaron? ¿Les decimos adiós?

Granito 60. En este piso he vivido mucho. Y he muerto un poco.



De cómo el tiempo, poco más de medio minuto real, se puede extender a lo largo y ancho cubriéndonos como un temporal siberiano o una ola de calor.

domingo, 7 de diciembre de 2008

LAS OLAS




Ola de gente entre la que destacaban dos personajes:

Cincuentón que camina tranquilamente por la calle ataviado con una americana de pana, un jersey de cuello de pico y una minifalda negra de tercipelo. Sin bolso ni zapatos de tacón. Con medias. Conforme estoy cerca veo que tiene una mirada extraña, como de invidente, pero compruebo que no lleva bastón ni perro lazarillo.

Mujer de unos sesenta años. Se para en la esquina, frente a la tienda del Barça, y trata de convencer a la rumana que está mendigando en el suelo para que vaya a pasar la noche a su casa. Es la segunda vez que la veo esta semana. La rumana se niega y le pide dinero para comida. La señora insiste en su oferta y le habla de un centro donde le pueden dar alimentos y ropa. Aunque tiene aspecto de haberse encontrado en algún momento al otro lado de la situación no acaba de hacerme gracia. Tampoco la chica que pide y que hace unos días caminaba canturreando con un helado bien gordo de chocolate.

La ola. Película alemana.

sábado, 6 de diciembre de 2008

A VUELTAS CON EL PASADO V




Este hombre, que se seca minuciosamente y minutos después se observa la trompa decidiendo si es un día adecuado para imitar en el espejo a un elefante o para dibujar un par de trozos de pan que completen su perrito caliente, opta desganadamente por meterse en unos calzoncillos de cuando aún no tenía pelos en la barbilla. Choca su flotador contra la cama doble.

-¿Por qué no está la ropa limpia? Pensaba que lo ibas a hacer tú.
- Lo iba a hacer pero no he tenido tiempo. No eres adivino, y si lo fueras, lo habrías sabido y lo habrías hecho tú. Eso lo llevo en la sangre aunque tú no lo creas.

A medida que se afeita va tapando con papel de water los cortes, indignado. Sólo busca hacerme daño. Se cree que soy una hoja en blanco en manos de una experta en papiroflexia. Y sigue refunfuñando mientras unos pocos vellos, algo de polvo y algún trozo de piel se enreda detrás del cesto de la ropa sucia.




El mundo amanece del revés. Sara se desinfla. Esta mañana una bola de fuego se aproxima para impactar en su cuerpo en breve. Pitín, también fusión de rojo y amarillo, está mudo como un ratón en una esquina, en el suelo de su jaula. Todavía no se ha peinado así que tiene el pico lleno de plumas y dos líneas diminutas por ojos. Adam la abraza y es extraño. Desde la aventura de Sara en el lavabo se han estado esquivando.

- ¿Por qué te miras tanto en el espejo? Eres una presumida.

Ignorándolo Sara guiña primero un ojo, luego el otro. Se acerca al cristal. Ahora los dos. Le tiembla la barbilla.

- No me veo.
- Hay que limpiarlo.
- ... cuando era pequeña tenía una capa blanca mágica.
- ¿Eras la Caperucita Blanca?
- Ahá.

Sale al frío y se encoge bajo las capas de cebolla. Espera el autobús buscando con la mirada a un leñador que la salve de la manada de lobos que acecha en su cabeza. Junto a ella un japonés que la mira, no sabe si sonriendo o adormilado. Congelándose Sara se pregunta si el oriental rompería su código ético y la ayudaría a revivir. Suena un móvil. El japonés habla tapándose la boca. Tiene un acento impecable y no estaba dormido. La cultura se expande con el universo, los MacLeches en el Tíbet, más pobreza en la calle de al lado.



En las primeras clases de pintura que dio observó que en todos los paisajes de mar predominaba un azul brillante. Su mar, marrón, era un océano calmífico de atardecer sosegado.

Años después se volcó en la hiperrealidad. Pintar el mar con el mar, se prometió. En el ático agujereó una tela, la colgó del caballete y buscó el tono que tenía frente a sí. Firmó con su nombre, escribió el título y lo dejó allí mismo, a la intemperie. Escuchando el viento entrar por las aberturas el cuadro cobraba vida. "Ventisca helada en el exterior".

- Va a llover -le dijo una señora que había subido a tender la ropa- pero si lo metes en el cuarto toda la colada olerá a pintura.
- ¿Va a llover? ¿Está segura? - la mujer asintió.

" ... Y lluvia.", añadió.

A VUELTAS CON EL PASADO IV




Diego es sinestésico. Esto quiere decir que, por ejemplo, ante una señal de límite de velocidad sesenta, él se enfurruña:


- En boca cerrada no entran moscas. Gritona.


Cuando quise ser veterinaria, Diego puso a prueba mi cariño hacia los animales.
- ¿Operarías a un perro que te acaba de morder?
- Sí.
- ¿Y a una serpiente que se ha comido al hermano de tu pájaro?
- Mmmmm... Sí.
- ¿Y a una mosca?
- Bueno... creo que viven unos días sólo pero supongo que sí...
- ¿Y a una avispa?
- ¿Para quitarle el aguijón?
- ¡No! ¡Para afilarlo y que pique mejor!
- Ufff... ¡no!
- Pues entonces no puedes ser ni médico ni veterinaria ni nada porque tienes muchos escrúpulos y demasiadas manías.
- ¡Pero es que no me gustan las avispas!
- ¡Pero bien que te comes la miel!
- Pero eso lo hacen las abejas.
- Me da igual, tampoco operarías a una abeja porque también tiene aguijón y eso es discriminación, que lo sepas.
- ¡Pero es que no quiero ser especialista en insectos!
- ¿Por qué no? ¡Es de lo que más hay! Ahí sí que tendrías futuro... La gente te llevaría sus moscas, sus colmenas, sus libélulas, mariposas con las alas rotas... ¿te imaginas? Tú con tu pincel poniéndole polvillo de ese que se echan las mujeres en los ojos y la mariposa guapísima después con un montón de pretendientes revoloteando, encantada. Tendrías la consulta llena. ¿Te acuerdas de cuando querías un caballo verde?
- ¿Yo? No,no, yo quería un unicornio y tú querías comprarme un caballo verde.
- Bueno. No importa. Porque es lo mismo. La naturaleza, la vida, es como es. Y los caballos son caballos y no pueden ser verdes y las abejas tienen pincho y tú no debes hacer nada para cambiarlo. Antes de reparar algo tienes que asegurarte de que no funciona. Tú cambiarías el mundo de buena fe pero irías al mar negro o al mar rojo o a la playa un día lluvioso y echarías jabón para limpiarla y ya la habrías liado porque habría que cambiar todos los mapas del mundo y los marineros se perderían y no llegaría el pescado y a ver qué le echas entonces a la paella para que sepa igual.

A VUELTAS CON EL PASADO III





Esa mañana, jueves, Adam se quedó en la cama diez minutos más después de que sonara el despertador, imaginando qué cosa horrible iba a sucederle. Como es bien sabido, todos los problemas vienen en jueves porque es el día de la semana que marca el calendario como el más propicio para sentir melancolía. A veces la melancolía llega un día antes y no se va hasta el jueves, o llega el jueves y se queda más tiempo... lo que es seguro es que los jueves amanecen con un sol conflictivo y amenazante para todas las personas. Existen varias teorías referentes a este hecho constatado. Unas dicen que se debe a la proximidad del ansiado fin de semana, otros que al cansancio de los tres días anteriores, y un señor psicólogo cree que es la manera perfecta de intentar controlar lo negativo, asignándole unos días concretos. De cualquier modo, ese jueves Adam llegó a la conclusión de que algo malo estaba muy cerca, y estaba seguro porque escuchaba una voz de alarma en su cabeza que le erizaba los pelos y le encogía el estómago. Sara había salido muy temprano al trabajo, dejando en el lavamanos un rastro de pelos que Adam había estudiado con repulsión durante su visita matinal al baño. En la pantalla del ordenador una nota naranja chillón: Volveré tarde... esta noche voy a cenar con unos amigos... Te echaré de menos. Tengo ciento cincuenta y dos pestañas.

Los domingos por la tarde jugaban a contarse las pestañas. Uno elegía un ojo y decía un número aproximativo y el otro, lupa en mano, empezaba el recuento. Después de unos meses no era complicado acertar el número siempre y cuando fueran observadores en su convivencia por lo que anotaban las pestañas que habían visto en la almohada, o que habían caído en su mejilla o que habían rescatado de una muerte segura en el lagrimal.



Trabajó en sus proyectos sin obtener grandes resultados, desconcentrado y agobiado, especulando con la forma que tendría el problema de presentarse, si sería su jefe o su jefa, su madre llamando para anunciar que en la familia finalmente habían descubierto una enfermedad incurable genética, o un amigo traicionando su confianza, o un estúpido ladrón que quisiera robarle su cartera llena de telarañas a finales de mes, etc., etc.



Salió a la calle antes de su hora, sospechando del hombre que vigilaba las entradas y salidas tras la puerta giratoria. Echó a caminar decidido, las manos en los bolsillos del abrigo y la bufanda al estilo terrorista, introduciéndose entre el gentío. Paró en la tienda donde compró, tras largas disquisiciones, una docena de huevos, harina de trigo y rúcula para ensaladas. Dos veces miró la fecha de caducidad de los huevos antes de romperlos en la sartén, recelando del método seguido para determinar su frescura y dudando de que alguien observara tan de cerca a una gallina. Cada hora sentía el peligro más cerca y supo que, en esa ocasión, sería algo gordo, insalvable, algo de lo que no se podría proteger de ningún modo porque las cosas que se hacen esperar utilizan el tiempo para crecer desmesuradamente. Decidió aguardar. Fue al recibidor y se sentó en el baúl. Tenía frío. Buscó en el baúl una manta con la que taparse pero sólo encontró papeles y papeles, libros y libretas. Volvió a sentarse y adoptó la postura del descanso del guerrero, es decir, que intentó poner bien recta la espalda, dejó caer las manos en su regazo y buscó una expresión serena que cupiera en su cara.

Los segundos pasaban con cuentagotas a medida que las luces diurnas se apagaban. En la penumbra Adam afinaba el oído, convencido de que en algún momento unos pasos se acercarían al otro lado de la puerta y la sombra que acechaba le ganaría la partida definitiva. Silencio. El ruido del ascensor bajando. Silencio. Nada. Silencio. De pronto fue consciente. SILENCIO. Imposible. Se puso en pie, encendió la luz y miró a su alrededor con asombro. Nada. No estaban. Fue al dormitorio y se agachó despacio, esperando confirmar sus temores. No estaban. Incrédulo fue al comedor y movió el sofá. Tampoco. Tristeza. Vio a sus pelusas, en algún momento, quién sabe cuántos días atrás, haciendo las maletas, recogiendo sus cosillas y emigrando hacia algún lugar desconocido. Pensó que a ellas tampoco les gustaba este país y que, quizá, habían escuchado las historias que Sara explicaba del suyo y habían decidido democráticamente mudarse. Después rectificó este pensamiento funesto y decidió que estaban de vacaciones, sólo unos días, y que volverían tarde o temprano porque él no había percibido nada extraño en su comportamiento, aunque no las veía desde... desde ...

- ¿Qué haces en el suelo? -preguntó una Sara inesperada.
- Se han ido. Has sido tú. No les gusta la luz.



Discutir es complicado cuando una de las personas piensa de un modo poco racional, rayano a la locura.

A VUELTAS CON EL PASADO II




Sale del agua y busca su ropa. Al ponerse los calcetinas puede escuchar a su sobrino que le pregunta ¿Qué fue primero, tu dedo gordo o la gallina?. Esboza una sonrisa. Seguro que estará disfrutando del tiempo. Con un cubo y una pala de playa cavando zanjas, o con sus gafas de submarinista en el agua, o preguntando algo. Joan siempre tiene una pregunta en la boca. También cuando duerme. Es capaz de mantener una conversación mientras duerme, aunque entonces sólo puede decir la verdad. Para ser amigo de Joan se necesitan respuestas o, como mínimo, un tono contundente. Diego es su ídolo más cercano porque habla tanto que de una tacada responde todas las preguntas futuras del pequeño. Joan sabe que una respuesta no siempre es precisa y eso le molesta. Cuando a Sara le pregunta que cuándo vuelve él quiere saber el día exacto, y la hora, y con qué regalo. Pronto no significa mucho.


Camina hacia casa. Tengo que llamar a mi familia. Tengo que llamar. En casa posterga la llamada poseída por un arrebato higiénico incontenible. Saca el polvo, barre, riega las plantas, friega y ordena los libros y los cedés que se han ido acumulando en la mesa en la que trabaja. Los platos, más tarde. Termina tirada en el sofá del comedor; El teléfono en una mesita al lado se lo reuerda.

- Hola...., ¿cómo andáis todos?
- ¡Nena! ¿Qué tal, cariño? ¿Todo bien?
- Bien, bien, ¿y vosotros?
- Mira, pues aquí, con tu sobrino que no para quieto... te lo voy a pasar que quiere hablar contigo y se pone muy pesado... ahora hablamos, no cuelgues, ¿eh?. Ahora te lo paso.... ¡Joan! ¡Ven aquí!¡Ahora mismo!¡Haz caso a la abuela! -se escuchan carreras y risas.
- ¿Joan? ¿No quieres hablar conmigo?
- Hola. ¿Qué haces?
- Llamando, quería hablar contigo y con la mama, y el abuelo...
- ¿Con qué mama?, ¿con la tuya o con la mía?
- Con la mía.
- Es que la mía no está. La mama está trabajando. Y el papa todavía está durmiendo.
- Ahhh... bueno, también quería hablar contigo...
- El abuelo no está. Está unos días de vacaciones en el hospital y tieneee
- ¿En el hospital? ¿Qué ha pasado?
- No ha pasado nada, que está de vacaciones. Tiene una habitación muy grande con una ventana y se ve la montaña y la carretera y... y... ayer jugamos a leer las matrículas de todos los coches pero el papa dice que no tengo que hacer concursos así con el abuelo porque quiere ganar y se pone triste porque yo leo más rápido que él. Es que no tiene las gafas de lejos. Es que el abuelo ahora habla muy flojo, así, shshhsaahshsiisshasaa... ¿Y tú? ¿Qué has hecho hoy?
- Pues he ido a la playa a pasear y me he bañado.
- ¿Y qué has comido?
- He comido ensalada y pechuga de pollo con patatas fritas, ¿y tú?
- Yo he comido primero sopa y detrás una hamburguesa pero estaba roja y no me la he comido entera y el papa se ha enfadado y yo he pensado que está cansado de castigarme y lo he hecho yo mismo.
- ¿Te has castigado tú mismo?
- Sí. He leído el diccionario. El papa siempre me castiga leyendo el diccionario. Después me pregunta qué significa una palabra y yo se lo explico con mis palabras porque yo no me sé de memoria todas las palabras porque ya voy por la ce y son muchísimas.
- Muy bien, así me gusta, ¿te gusta a ti leer el diccionario?
- Psssit... Sí, pero prefiero leer libros. El papa dice que así los entiendo mejor y es verdad porque ahora me tengo que parar menos veces... ¿Dónde está Adam? ¿Puedo hablar con él?
- No está... pero
- ¿Dónde está?
- Trabajando, en el estudio.
- ¿Vas a venir pronto?
- Sí, pronto. La próxima semana no, que tengo que hacer cosas, pero pronto...
- Vale. Se me han caído tres dientes y no ha venido el ratoncito Pérez.
- ¿No ha venido? ¡Qué raro! Bueno, tendrá mucho trabajo... igual está por aquí porque he visto últimamente a muchos niños sin dientes... Ya irá, tú no te preocupes...
- ¿Y al abuelo le traerá también algo?
- ¿Al abuelo? No creo, Joan, el abuelo se ponía y se quitaba los dientes todos los días y el ratoncito Pérez no le trae nada por tramposo.
- Claro... es que eso no se puede hacer. La abuela viene, me voy a jugar. Llama más veces...
- Vale, ¿me envías un beso?
- Nena... el potro ya se ha ido... ¿Qué tal?
- Bien, bien, ¿qué le ha pasado al abuelo?
- Nada, los años... ya sabes. Los años y todo lo que ha fumado este hombre que, de verdad, debe tener acciones en las tabacaleras... Es que no para ni ahora. Todo el día tenemos que estar rebuscando en los cajones, en el lavabo.... es como un niño pequeño y sus amigos igual, que vienen los viejos, cabrones, con paquetes escondidos en las revistas, como en los tiempos del contrabando, que parece que no entienden que no pueden fumar más el hombre ya, que tiene muchos años y la salud cada día peor, y la cabeza. Hoy me ha explicado diez veces el programa ese que le gusta tanto de las preguntas y las respuestas y es que no se entera de nada y te explica las cosas mezcladas. Lo mismo el telediario. Ayer me contaba una noticia que había escuchado de un museo que han construido y decía que estaba hecho con espinas de pescado y venga a decir que le parecía increíble, que los avances de la tecnología que de todos sitios sacan provecho y tal... Total, que luego lo vi yo, aquí en casa, y de espinas de pescado nada de nada, que era un museo que habían construido imitando el esqueleto de una ballena... Ya ves como está... Bueno, ¿y tú?, ¿y Adam?

Cri-cri. El silencio como respuesta quizá no es la mejor opción pero tampoco es mala del todo y te salva de más de un marrón.

A VUELTAS CON EL PASADO I






Compartir casa, como todo el mundo sabe, es algo difícil. Adam pasaba poco tiempo en ella, sólo para dormir o cuando no tenía dinero para ir al cine o a un restaurante y alquilaba una pizza o comía una película fría, eterno en su despiste.

Cuando entraba al recibidor buscaba a tientas con la mano derecha el interruptor de la luz que se encontraba a su izquierda y maldecía, invariablemente, por el frío o el calor que le esperaba. Holaaaa, decía mirando al suelo. Hacía un reconocimiento meticuloso por todas las habitaciones, buscando indicios de un robo, o de algún pequeño olvido propio, reprendiéndose en silencio por no haber cerrado del todo el grifo del lavabo, o por no haber abierto las ventanas durante el día, o por haber dejado la lavadora encendida, o por no haber hecho la cama. Algunas noches, demasiado cansado como para preparar algo de comida, se sentaba en el único mueble del recibidor -un baúl- y observaba cómo las bolas de pelusa más atrevidas corrían a los ángulos sombríos donde las esperaba el resto de su familia, a cenar, suponía. En ocasiones contadas cocinaba algo, muy laborioso y muy calórico, y sonreía pelando patatas y limpiando puerros, pensando que todos esos minúsculos restos de comida que quedaban en el suelo serían todo un festín para sus amigas las bolas de pelusa y se las imaginaba llegando a casa, bajo la cama o bajo un sofá, fatigadas de haber recorrido el largo pasillo, el lavabo, el dormitorio, la habitación de los trastos viejos... pero contentas con su hallazgo, sabiendo que alguien cuidaba de ellas, una entidad poderosa y generosa que jamás las abandonaría. Siempre le entraba sueño después de las comidas pero le resultaba difícil dormir porque las escuchaba moverse, rodando, detrás de la puerta, silbando felizmente, hablando de hacer reformas. Por norma general evitaban encontrarse y, cuando lo hacían, se miraban fijamente un instante, con simpatía, hasta que Adam o la bola de pelusa, seguía su camino hasta encontrar una esquina en la que descansar.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

RESUMIENDO PORFAVORES




Timbre. Taconeo. Cierro los oídos. Convivir es un suplicio la mayor parte del tiempo. También "convivir" con la vecina de arriba que es Uruguaya y monísima pero que tampoco, todavía, ha aprendido a quitarse los zapatos y bajar unos metros a la realidad del suelo-techo que pisa cuando llega a su puta casa.

Mis inexistentes ingresos me abocan a compartir vivienda. Para que todos vivamos como buenos hermanos, una lista de consideraciones que pueden alterar la fiesta que es la vida diaria.



No soporto los taconeos, a cualquier hora del día.

Me da rabia ver platos acumulándose en el fregadero.

A tu novio, o novia, te lo follas tú y no quiero saberlo. Los jadeos, gritos y espasmos que no traspasen la pared, por favor. No es envidia, es respeto. Especialmente si en el pack van también los cabreos, los insultos y las lloreras.

Para animal doméstico ya estoy yo. No pajaritos ni pececitos ni gatitos ni perritos. Ya me cuesta lo mío alimentarme y sacarme a pasear como para adoptar a otro ser vivo y poner mi responsabilidad en jaque, que ya tengo bastante con lo mío. Pónmelo fácil, que yo te muevo el rabo si hace falta o me olvido en 10 segundos del nombre de mi madre en plan Dori.

No me toques los cojones. Tú has soportado un día de 14 horas a tus espaldas y yo lo mismo así que, si no te apetece cambiar de tercio y sonreír lo bastante como para contagiar, ni me mires. Yo soy un radar en estado de máxima alerta y las falsas alarmas no me van.

Sé persona, coño, y no lobo, que no has nacido para eso, ¿no?. Gruñe para tus adentros, cabréate pa ti. No tardes más de diez minutos en el baño lamiéndote el pelaje, el pelazo, la piel, lo que sea. Padezco de incontinencia urinaria y eso me hace tener malas pulgas a veces. Odio, dicho sea de paso, a la gente que sale del baño sin zapatillas y que marca un camino hasta su habitación.

¿Se está cómodo en el sofá? Pues apártate que no vives solo. Quita tu puto culo del mismo si yo aparezco. Ten la decencia, como mínimo de hacer el gesto. Prometo no cambiarte de canal, ni siquiera voy a rozar el mando.

Me molesta la gente que enchufa sus quesos en cualquier parte. En tu habitación haz lo que quieras pero no me hagas sentarme en un lugar en el que has puesto tus putos pies de hobbit sin lavarte bien entre los dedos, sin quitarte las botas y sin sacarte los calcetines pestuzos. Aún así la tendríamos en un día rojo.

¡Mira que cocinas bien! ¡Arguiñan@! Pero limpia, cabrón@, que luego voy yo y no me apetece ni un poquito ponerme con lo tuyo. Un día vale, dos también, al tercero ahí se queda. Por mis muertos.

¿Ves esa tapa del WC? Sirve para que no se te queden los cachetes fríos cuando te sientas a aliviarte. El que lo inventó lo hizo para algo. De verdad. Créetelo. No te cuesta nada dejarla como está y Santas Pascuas. Ya sé que me cuesta a mí lo mismo ponerla que a ti levantarla pero, en serio, ¿tanto te cuesta apuntar? No me hagas preocuparme por estas historias que no tienes edad y cuando la urgencia aprieta, aprieta de verdad.

La cena comunitaria está muy bien pero que no curren siempre los mismos y sean los de toda la vida los que esperan en el sofá/silla/periódico/libro/pantalla del ordenador/baño/teléfono. Gorro blanco por cabeza. A escote, como dicen en la capital.

¿Problemas de dioptrías? ¿Dificultades en la expresión verbal? ¿No? ¡Pues a qué coño jugamos! Ese manchurrón en el suelo lleva dos días... ¿algo que decir? ¿algo que hacer? ¡Coge la fregona, coño, o estámpamela en los morros y di que he sido yo! Con dos cojones, que yo también me despisto.

Vale que pruebes el champú, el gel, o la crema hidratante que me he comprado en la farmacia gracias a mi piel fina y delicada... pero si coges más de X veces, si lo gastas, si lo consumes habitualmente... ¡repónlo!

¡Qué pereza da limpiar los fuegos! Es una de esas cosas que a todo el mundo le jode hacer... pero que hay que hacer. No tengas miedo a ser pionero, otros tantos lo hicieron antes que tú. ¡Ánimo que no es tan difícil!

No me piques a la puerta cada dos segundos para preguntarme si puedes coger un condimento u otro, pollo del congelador, nata líquida... ¡cógelo! Y mañana, o pasado, te vas al súper y lo vuelves a colocar en el mismo lugar, en la misma estantería... que tengo muy mala memoria.

Tú y yo hemos hecho una reestructuración de armarios. Si tú no sabes dónde está X después de una semana de adaptación, ¿de verdad crees que yo puedo ayudarte y visualizar en mi bola de cristal el lugar exacto en donde dejaste al tuntún el preciado tesoro que estás buscando ahora? Andaaaaa....

Una puerta cerrada indica que no debes entrar. Por más que adivines luces por debajo de la puerta. Por más que me oigas aporrear el teclado. Por más que te creas con derecho de pernada. Por más que lo tengas.

Esos personajes que aparecen sin más en una estancia y que no sabe uno de dónde vienen, si es que vienen de algún lugar, ni adónde van, si es que tienen intención de producir un movimiento... A mí, sustos, los justos. Se dice Hola y Adiós, se dan los buenos días, cosillas normales -creo- de especímenes que viven bajo el mismo techo.



Pensaba que no tenía manías, que era fácil en la convivencia. Creo que es porque, con los años, una se vuelve menos... permisiva, digamos.

BANDERA BLANCA




En mitad de una batalla alguien ata un pañuelo, una camiseta, un lo que sea de color blanco a un palo, fusil, sable o cualquier otra cosa de forma similar y lo levanta al aire. Algunos creen que es una rendición, otros comentan que es de cobardes y aún otros que ha ganado el enemigo.

Las guerras empiezan por motivos diversos y complementarios casi siempre. Se mezclan el miedo con el ataque preventivo, los prejuicios y los orgullos, las tristezas y las venganzas, las churras con las merinas.

Común en todas las guerras es el olvido. Nadie sabe quién alzó primero la voz, quién fue antes ofensivo, ni por qué. Nadie se acuerda de en qué consiste el perdón.

¿Conjugamos? Me perdono. Me perdonas. Te perdono. Te perdonas.

lunes, 1 de diciembre de 2008

RISTEANDO II





Uelga de aches calladas
Esto no es un omenaje, pero se le parece demasiado. Este artículo con poco arti y mucho culo no pretende nada que no ayas pretendido ya un montón de veces. Y lo va a pretender seguramente mucho peor que tú. A este texto absurdo por optimista e inoportuno por matutino, le da igual la actualidad, la monarquía, el gobierno, la ortografía y el monstruo de las galletas. Yo no voy a quejarme porque quejarse, tal y como están las cosas, resulta ya asta demasiado fácil. Oy te escribo con una sonrisa entre los dedos. Oy salgo a la calle con las elipsis por fuera.
Sobreviviste un día más, y eso no es que sea mucho, eso es que lo es todo. Las estadísticas, las muy putas, cuentan que doscientas treinta y pico mil personas en todo el mundo nunca más podrán decir lo mismo. Y si ya no estás, ya ves qué estupidez plantearse nada. Aunque no te creas, aún ay mucha gente persiguiendo la inmortalidad.
Esto ay que celebrarlo, no estás bajo tierra (aunque vayas en metro) y no sufres de estupidez (aunque me estés leyendo a mí). Vamos allá, mira a tu prójimo, el que tú quieras. Una pista, invisibles con pinta de cualquiera disfrazados de nadie. Elige a uno. Él también sobrevivió. Igual deberías ayudarle a que él también lo celebre.
No te aconsejo que lo abraces, no vaya a ser de los que sólo se volverán a duchar cuando su equipo juegue en primera. Pero sí te recomiendo que lo mires fijamente, estires tu boca en algo parecido a una sonrisa y te quedes así asta que lo acabes desnudando de su anonimato. La cantidad de momentos interesantes que abrán empezado así a lo largo de la istoria (con un par de anónimos, desnudos y sonrientes).
Aora repasemos tu agenda. Dícese de la lista de cosas que tendrías que acer oy, si no fuese porque seguramente te faltará tiempo para una mitad, y porque la otra mitad se verá modificada de manera inesperada a lo largo del día. Atención pregunta. ¿Ay algún momento mecedora? Mi amigo D llama así a los momentos que de aquí a muchos años, recordarás cabalgando una mecedora, mientras tus nietos se preguntan de qué te ríes. Si no lo ay, si oy no tienes previsto algo tan imprevisto que merezca la pena aber gastado un día menos acia tu eterna nada, vuelve al principio del texto y comienza de nuevo. Te prefiero encadenado a este despropósito, que perdiéndote en el error de un mismo día de 20 años de duración.
Por último, tu guía de teléfonos. Ya sabes, esa lista de conocidos, exparejas, amigos, familiares, amantes y amados en general, que se distribuyen en el orden más banal, el alfabético, generando una absurda macedonia de emociones agazapadas entre la A y la Z. Recórrela sin mirar, y párate en un nombre al azar. No vale acer trampas. En el que te ayas parado, pulsa el botón de llamada. Cuando ese alguien descuelgue al otro lado, cágate en sus muertos y cuelga. De este modo se te pasará tanta cursilada de golpe (lo ves cariño, cualquiera puede escribir autoayuda) y podrás volver a afrontar este viernes cualquiera de octubre con todas tus aches como una persona normal.
O como quien sea que fueras antes de leer esto.

RISTEANDO






Al fondo a la derecha

No le he preguntado dónde. Sino cómo. Que cómo está el servicio. Y además, no le preguntaba nada, qué coño. Estaba exclamando para mí mismo, una exclamación retórica y enmimismada. Y no me diga que eso no existe, porque me pongo tonto y en un momento le edito un libro de reclamaciones manuscrito en prácticos tomos coleccionables, y con la primera entrega, el embudo rectal que aún no sabe que necesita.

Le hablo a usted, sí, léame a la cara cuando le escribo. Le hablo a usted y a todos los ustedes que no entienden que la gran diferencia entre un producto y un servicio es que el primero se entrega, y el segundo se presta. Que yo pago para que me dejen algo que luego les voy a devolver, ya sea una butaca, un talento, un diploma o un punto de vista, y lo único que me llevaré será la experiencia de haberlo disfrutado durante el tiempo acordado.

A que parece evidente. Pues sólo lo parece.

En el primer puesto figura ese camarero al que no le apeteces nada. Hoy se ha levantado feliz de ser humano, totalmente realizado con su trabajo, encontrándole pleno sentido a su vida, y has tenido tú que venir a joderle el día pidiéndole algo que podías haberle pedido a cualquier otro, pero vas, y con toda tu mala leche, le has elegido a él. Mira que eres mala gente.

Haciendo una exhibición de talante y en pro de los derechos humanos, decide perdonarte tu mísera existencia y traerte lo que le has pedido. Eso sí, sólo cuando él lo cree oportuno, tiempo que puedes aprovechar para ir repasando el árbol genealógico de su familia (por parte de madre, la única que seguramente conoce) en clave escatológica. Una evolución sofisticada de este espécimen trabaja como sumiller cabrón de restaurante pijo que te levanta la ceja mientras pruebas el vino más barato de la carta. Estos dos tienen en común que se suelen ofender si no les rindes pleitesía con una propina directamente proporcional a su nivel de incompetencia

A la zaga les sigue de cerca el de pendiente/a de cualquier tienda cool, con música a todo trapo que te suena por encima del hombro. Cuidado con adentrarte en las zonas de la tienda donde no había nadie atendiendo. Jamás te hagas el pionero. En esas zonas suceden cosas paranormales. Donde hace un segundo sólo había aire, de pronto se materializa una tensa presencia que sonríe falsamente mientras escanea la ropa que llevas puesta en busca de una alarma delatora, todo bien disimulado con un ¿le puedo ayudar? Desde hace un tiempo, compro siempre con las manos arriba y los billetes en la boca, igual suena más incómodo, pero de verdad que noto menos hostilidad.

Para acabar, en un muy honorable puesto número tres, los recepcionistas de ciertos hoteles.

Esos que te dicen con la mirada que para qué te gastas lo que no tienes, si al fin y al cabo no te lo puedes permitir, que sólo con que hagas un gesto, ellos te indicarán una pensión más acorde con tus posibilidades y tu clase social. Para estos casos, es bueno llevar una copia de tu nómina, la hipoteca y el historial de la seguridad social. El de tu pareja también, si pretendéis que os deje abrir el minibar.

Y a todo esto, España, que vuelve a ser segunda en número de turistas del mundo.

Lo que me extraña es que no vayamos primeros.

Ah, no, calla, que está Francia

VERSACIONES





El primer intento de explicación. Palabras de otros. Poco más.


Es rara, ¿no?, la nostalgia. Porque tener nostalgia en sí no es malo. Eso es que te han pasado cosas buenas y las echas de menos. Yo, por ejemplo, no tengo nostalgia de nada porque nunca me ha pasado nada tan bueno como para echarlo de menos. Eso sí que es una putada. ¿Se podrá tener nostalgia de algo que aún no te ha pasado? Porque a mí, a veces, me pasa. Me pasa que me imagino cómo van a ser las cosas, con los chicos, por ejemplo, o con la vida en general. Y luego me da pena cuando me acuerdo de lo bonitas que iban a ser, porque iban a ser preciosas, en serio, preciosas. Y luego, cuando lo pienso, me dan nostalgia porque iban a ser tan bonitas que, cuando me doy cuenta de que aún no han pasado y de que a lo mejor no pasan nunca, me pongo supertriste. Pero es como una tristeza a cuenta, como la fianza de cuando alquilas una casa, pero con tristeza, que la pones delante porque, total, sabes que la vas a acabar utilizando igual.

"Princesas"



Ama al mundo, me digo, porque es todo
lo que tienes: no te hundas
bajo la carga de tus sentimientos.
Aprende a ser el que sueñas hasta despertar:
el hombre que se despierta soñando deja de ser él
para ser otro de nuevo.


Diego Doncel, "En ningún paraíso"