lunes, 1 de diciembre de 2008

RISTEANDO






Al fondo a la derecha

No le he preguntado dónde. Sino cómo. Que cómo está el servicio. Y además, no le preguntaba nada, qué coño. Estaba exclamando para mí mismo, una exclamación retórica y enmimismada. Y no me diga que eso no existe, porque me pongo tonto y en un momento le edito un libro de reclamaciones manuscrito en prácticos tomos coleccionables, y con la primera entrega, el embudo rectal que aún no sabe que necesita.

Le hablo a usted, sí, léame a la cara cuando le escribo. Le hablo a usted y a todos los ustedes que no entienden que la gran diferencia entre un producto y un servicio es que el primero se entrega, y el segundo se presta. Que yo pago para que me dejen algo que luego les voy a devolver, ya sea una butaca, un talento, un diploma o un punto de vista, y lo único que me llevaré será la experiencia de haberlo disfrutado durante el tiempo acordado.

A que parece evidente. Pues sólo lo parece.

En el primer puesto figura ese camarero al que no le apeteces nada. Hoy se ha levantado feliz de ser humano, totalmente realizado con su trabajo, encontrándole pleno sentido a su vida, y has tenido tú que venir a joderle el día pidiéndole algo que podías haberle pedido a cualquier otro, pero vas, y con toda tu mala leche, le has elegido a él. Mira que eres mala gente.

Haciendo una exhibición de talante y en pro de los derechos humanos, decide perdonarte tu mísera existencia y traerte lo que le has pedido. Eso sí, sólo cuando él lo cree oportuno, tiempo que puedes aprovechar para ir repasando el árbol genealógico de su familia (por parte de madre, la única que seguramente conoce) en clave escatológica. Una evolución sofisticada de este espécimen trabaja como sumiller cabrón de restaurante pijo que te levanta la ceja mientras pruebas el vino más barato de la carta. Estos dos tienen en común que se suelen ofender si no les rindes pleitesía con una propina directamente proporcional a su nivel de incompetencia

A la zaga les sigue de cerca el de pendiente/a de cualquier tienda cool, con música a todo trapo que te suena por encima del hombro. Cuidado con adentrarte en las zonas de la tienda donde no había nadie atendiendo. Jamás te hagas el pionero. En esas zonas suceden cosas paranormales. Donde hace un segundo sólo había aire, de pronto se materializa una tensa presencia que sonríe falsamente mientras escanea la ropa que llevas puesta en busca de una alarma delatora, todo bien disimulado con un ¿le puedo ayudar? Desde hace un tiempo, compro siempre con las manos arriba y los billetes en la boca, igual suena más incómodo, pero de verdad que noto menos hostilidad.

Para acabar, en un muy honorable puesto número tres, los recepcionistas de ciertos hoteles.

Esos que te dicen con la mirada que para qué te gastas lo que no tienes, si al fin y al cabo no te lo puedes permitir, que sólo con que hagas un gesto, ellos te indicarán una pensión más acorde con tus posibilidades y tu clase social. Para estos casos, es bueno llevar una copia de tu nómina, la hipoteca y el historial de la seguridad social. El de tu pareja también, si pretendéis que os deje abrir el minibar.

Y a todo esto, España, que vuelve a ser segunda en número de turistas del mundo.

Lo que me extraña es que no vayamos primeros.

Ah, no, calla, que está Francia

No hay comentarios: