miércoles, 2 de diciembre de 2009

HOJEANDO




Miraba.

Recorría diarios, fechas, situaciones, desde lejos, desde afuera, sin demasiada emoción, tratando de levitar y de que el suelo no rozara la suela de mis zapatos. No lo conseguí.


"Está mal planteado -me ha dicho Ricardo esta mañana- uno no puede dedicar un montón de años a algo y pensar que ha sido una mala inversión... sería muy triste."


Me he defendido como siempre, más con fuerza que con maña, hasta besar el suelo por decisión propia. Y entonces... los pucheros. Una manera como otra cualquiera de dejar ver la materia cristalina de la que estamos hechos.


"Mujer... no te vengas abajo - razonaba entre mis tirabuzones sin olerlos bien- que todo pasa... Y esto, te lo digo porque te lo tengo que decir, pasará cuando menos te lo esperes... Te aparecerá un jambo de dos por dos o de medio por medio, como sea, suficiente para tu gusto, y la ilusión esa... alé! otra vez aquí! Ya verás, ya verás... Para la próxima fiesta colectiva no, pero para la siguiente me lo veo en esta misma terraza acabando con las existencias de esta empresa... Sin prisas, oye, y que no te faltarán oportunidades..."

Lo que hay que poner, Ricardo corazón de León mío, son ganas y ya ves... por ganas no me sale nada... y no me vendas la moto del porno-manubrio que lo conozco bien y no va de eso el tema. Yo quiero lo de la peli pero sin chungo final: hilar casualidades, disfrutar del frío que las acelera, darle la vuelta completa a este círculo vital, lanzar aviones de papel, besar a alguien bajo la cama y con alevosía, sonreírme entendiendo cómo conspira todo a nuestro alrededor, poniendo la oreja en algún pecho mucho más grande que el mío (aunque esto último sea muy muy fácil, bribón minifaldero y malpensado!), esperado al borde de una línea que separa el círculo polar del universo conocido y comiéndome un bocadillo después del baño, la mar de tranquila y estirando los labios...


He pensado en todo esto al quedarme sola, y también en la declaración de la renta, en los contratos de alquiler, en el PIB, en la subida anual de los precios y en otras chuminadas del estilo hasta que me lloraban los ojos de mirar los píxeles de memoria RAM disponible. Cero. Reiniciar o formatear. Lo segundo. Pero primero me despido, por si desaparece todo, hasta lo bueno.


Hojeando, pasando páginas, me encontré con esta otra modalidad.

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