sábado, 28 de noviembre de 2015

PÀNIC y el intercambio psíquico



Pues resulta, Ian, que últimamente ya no me llamas Tita a secas sino que me llamas Tita Maquia. Profe 7/24 que soy te corregí la primera vez, la segunda, la tercera y luego ya empecé a investigar sobre la dislexia hasta que una experta en la materia me dio la colleja oportuna y me puse a relativizar. Tuve que admitir que mi preocupación real no era una posible dislexia, el tema que me daba pánico era que no supieras mi nombre.

A mí me cuesta horrores admitir que me siento insegura a veces. De ese trabajazo gigantesco que me supone reconocer que no siempre estoy segura de lo que hago o digo, se nutre un ejército de monstruos que me maneja y me ataca desde el punto más insospechado y de la manera más ridícula.

Para que tú lo entiendas, NiñoBúho, te pongo un ejemplo: he recibido una "crítica" negativa de un estudiante y ocho feedbacks positivos pero me he quedado con lo chungo, he dado por el culo a todo dios y a toda madre con ello -Tomás Blanco lo llama relato de identidad- y he llegado al viernes noche reventada. ¿Ha servido de algo el puteo estúpido de esta semana? No, ha sido una pérdida de tiempo y energía. La objetividad es importante siempre, y más, cuando te entra el miedito. En caso de pánico extremo hay que releer, poner los puntos que faltan, resumir en lo posible los fines y plantear soluciones. No hay más. Bueno, sí, queda la salida del intercambio psíquico y parece poco honrosa y tal pero, en muchas ocasiones, nos salva de nosotros mismos y de los putos mieditos.

El intercambio psíquico consiste en taladrar el lóbulo frontal de un humano "amigo" hasta que tú mismo: A) Te convences de que tienes toda la razón del mundo y éste es una puta mierda absolutamente injusta. B) Te oyes un ratuco de nada, sueltas un pelín de mala baba, y te das toda la vergüenza ajena y propia porque de pensarlo a decirlo hay un buen trecho, es verbalizarlo y que te entren los calores.



Con el miedo (o en plural) hay que hacer como en la foto: domesticarlo y sacarlo a pasear sin darle más importancia de la que tiene, relativizándolo, mostrando el fenómeno hasta curioso que nos define en parte para que no nos coma, para que nos sobrevuele y listo.

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