Fuimos
Titanes,
seísmos brutales
y luego la
calma infinita
durmiendo en
la tierra inestable,
robándole el
ánimo al sol.
Mi aliento
de Haníbal
quemando en
tu nuca.
Vendré a
visitarte al llover
cuando las
horas se extingan
cruzando los
Alpes a pie.
Dados y
naipes.
Cedes el
baile y te acuerdas
cómo era
sentarnos
al filo de
la cornisa
tramando el
perfecto guión
Y secuestras
cada intento amable
de llegar
hasta tu hueso,
hasta tu
sangre.
Si supieras
cuánto cuesta encontrarte,
no te irías
y sería formidable
Cuando eras
inflamable y me abrasabas,
Cuando fuiste
todo arrastre y grava,
Cuando eras
inflamable,
toda llama.
Cuando eras
inefable
pero estabas.
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