jueves, 7 de agosto de 2014

QUEDAR vs QUEDARSE



Probablemente la persona más importante en mi vida ha sido mi abuelo Diego porque él me enseñó, entre otras cosas, algo que me ha sido muy útil en mi profesión: la importancia de las palabras, su orden y su contexto.

De su época alemana conservó algunas cosillas. "No es lo mismo trabajar para vivir que vivir para trabajar", me decia en mis épocas del ECI, cuando le ponía como excusa para no ir a verlo más a menudo que estaba reventada por currar tanto.

- ¿Cómo se dice manzana en catalán? -me preguntaba.
- Poma. -y podría haber dicho "parrús" y él lo hubiera dado por bueno, pobre-.
- ¿Y en inglés?
- Apple.
- ¿Y en alemán?
- Parecido al inglés... No sé, ¿cómo?
- ¡AAApffffel! A ver, repite.
- Apfel.
- No, no, escucha... AAApffffel!! ¡Tienes que decirlo un poco enfadada!

Entonces yo era muy pequeña y, no es que desconfiara de él o de su criterio, es que pensaba, simplemente, que mi abuelo estaba un poco (o un muy) sordo y que le costaba escucharme. Lo entendí después, mucho más tarde, cuando ya ni estaba. Pero al final, ¡lo pillé!



De entre todas las caras con las que comparto espacio a diario últimamente voy a rescatar a tres:

    La primera cara es una sonrisa gigante y una risa constante que se esmera todo lo que puede y más por captar los giros y las bromas que le suelto. Sé que le resulta difícil porque venimos de mundos muy muy muy distintos pero también sé que, de alguna manera que todavía no comprendo, es capaz de detectar si algo es en serio o no y de leerme antes de que yo abra la boca, incluso aunque la abra. Me contagia buen rollo, me hace descojonarme a cada rato, consigue que le dé otra vuelta más a los pasados para que de una vez por todas los pueda entender. Se sienta siempre a mi lado.

    La segunda cara son un par de ojos azules de mirada lateral y una risa con sonido casi imperceptible que  hace lo imposible por demostrar lo que ha aprendido a cada instante, sin ceder al desaliento, siempre atenta. No tiene posición fija porque llega cuando le sale del nabo. Es obvio que venimos de culturas muy diferentes pero también es evidente que esa cara se siente casi cómoda en mi cultura, que le está pillando el tranquillo, que casi le tiene cogido el punto al idioma y al tempo... Me la imagino ahora mismo flipando con lo que lee, buscando en el puto Leo, escribiendo en su libreta las cuatro o cinco palabras nuevas con su traducción exacta al lado... y decorando la página con unos cuantos tachones, claro, que es del comité AntiGomas.

     La tercera cara se deja ver, como tal, poquito y para mí es casi siempre más texto que cara. Es una cara que quiere ser discreta, bastante tímida, que no lleva muy bien lo de ser el centro de atención y es, justo por eso, una contradicción con patas porque no hay manera de no quererla escuchar. No sé cómo lo hace pero, a veces, es dar la espalda un segundo al grupo y encontrarme su libreta en mi sitio. Deberíais leer su diario. Es una maravilla. Cuando escribe se deja llevar por el sentimiento y me resulta impresionante cómo entra en las profundidades de mi idioma y transforma una clase -sobre pasados, por ejemplo- en una poesía. Me siento afortunada de poder leer sus reflexiones, es como unos Reyes Magos a diario. Casi siempre lejos de mí, lo más opuesto a mi posición, en cualquier sitio donde pueda esconderse bien si lo considera necesario.


Estas tres caras tienen un montón de cosas en común, la verdad, pero lo voy a resumir en que son gente de quedar y de quedarse, o sea, personas con las que quieres quedar y tomarte una birra y, además, quieres que se queden, que estén cerca más tiempo, que te cuenten más cosas, que te enseñen ellas a ti cómo lo hacen para ser así, tan, tan, tan...

Vamos a empezar por el principio, no?






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