jueves, 24 de enero de 2013

LA MUELA DEL JUICIO I

De éstas que se te junta una gripe de caballo y una muela del juicio con ganas de ver mundo... y acabas observando de cerca las novedades de tu centro médico amigo.

El odontólogo me recibió con mascarilla así que no podría decir si sonreía o no. Parecía majo, eso sí, tenía una voz y un trato agradable. Me sentó en una de esas sillas chunguísimas repletas de trastos a las que sólo les falta un espejo retrovisor, cláxon y pedales.

- Uy, sí, la tienes ahí, ahí... mmmm... normal que te afecte al oído... El bultito ese que tienes al lado en el paladar no es nada bueno... está como podrida... infectada, vaya. Yo creo que te la puedo quitar... -dijo desde el interior de mi boca, con eco-.

- ¿Hoy? Es que no quiero perder horas del trabajo... 

- Mira, pues hacemos una cosa. Te vas ahora a hacerte unas radiografías a un centro que está muy cerquita de aquí y sacamos las agendas para verlas en la próxima visita, ¿te parece? Si todo se ve bien, el próximo día te la quito, ¿vale?

- Perfecto, sí. Lo vemos la semana que viene...

Me hace unos papeles y flipa mucho mucho cuando le digo que hace como dos años que visité al anterior odontólogo y que, desde entonces, espero citación para quitarme las cuatro muelas del juicio. Se excusa y promete que hará lo imposible para acelerar la operación de las otras tres.

En el centro donde hacen las radiografías me hacen esperar una hora completa, con sus sesenta minutos, así que me entretengo mirando por la ventana, leyendo revistas... Las paredes de la sala de espera (enormes) están llenas de títulos y certificados de asistencia a cursos. Me aburro, así que me acerco al que tengo más a mano y veo esto:


¿1285? Joder. Nota mental: pedir hora para el oftalmólogo, que necesito gafas. Toco el cristal con la nariz: 1 del 2 del 85. Ahí es nada. A la última en formación. Saco mi mejor cara de póker y leo uno por uno todos los papelitos amarillentos de las paredes. Excepto dos títulos, la amplia mayoría están fechados en los 80. Cámara en mano me lanzo a recoger pruebas visuales que expliquen mi nerviosismo. Una señora que parece la mala de "101 dálmatas", con bata en lugar de abrigo de pieles, me interrumpe y me conduce a otra sala. Allí, me hace meter la cabeza en una máquina y se larga, abandonándome a mi suerte. La maquinita da vueltas a mi cráneo, sospechosamente cerca de mi piel y hace un ruido infernal. Mal rollo de cojones.

Recojo la radiografía y resulta ser algo así como una fotocopia en blanco y negro donde no soy capaz de ver las raíces de ninguna de mis muelas pero sí las de esos dos dientes secretos que parecen de Lobezno. ¿Necesitaré gafas de verdad?


Vuelvo hoy a la consulta del odontólogo. Me llama por mi nombre y dice que se acuerda de mí. Le doy un minipunto. No lleva mascarilla y descubro que está potente aunque tiene un granito en la comisura de los labios. Lo dejamos en tablas. Saca la fotocopia y me confirma que no se ve una mierda. Me siento en el potro de torturas que, poco a poco, me da menos miedo. Me enchufa la bombilla de interrogatorio mientras trapichea entre mis dientes y noto que tiene buenas manos, grandes y cuidadas. Minipunto para él, deshacemos el empate a cero.

- Mira, si tú quieres yo intento sacártela pero, la verdad, es que no sé si podré porque está difícil en la cara interna.

- Lo que tú me digas... Confío en ti. -yo confieso y él se pone colorado.

- Las otras tres no te las puedo tocar porque hay que abrir. Normalmente, con cuatro ya formadas, se programan dos operaciones, una para la parte izquierda y otra para la derecha. Te la podrían sacar junto con la de abajo... y te ahorras una recuperación.

- Vale, pues entonces que me las saquen las dos a la vez y ya está...

- Vente que hacemos el papeleo de la derivación y confirmamos los datos... Y, no te lo tomes a mal, pero, cuando te llamen, tienes que exagerarlo un poquito...

- ¿Exagerarlo? Que me duele es en serio, y me afecta al oído...

- Sí, sí... te creo, de verdad...- está rápido en el corte-  pero eres muy amable y tal y si vas así, simpática, haciéndolo todo fácil, sin quejarte... igual se piensan que no es urgente y no te toman en serio.

- Ah, pues gracias por... Bueno... Gracias... Seré maleducada...

- No, mujer, no hace falta... Tampoco creo que pudieras... -guiño-. Sólo quiero que te quejes un poco... ¿podrás?

- Podré, podré. Te lo prometo. -estoy a punto de levantar la mano en señal de juramento pero me despisto al notar que me flaquean las piernas un pelín-.

- A ver, ¿me das tu teléfono?

- Sí, claro, apunta.

Hace mucho calor. Le doy la dirección de mis padres y la mía de regalo.  En el papel oficial escribe la de mis padres y lo justifica diciendo que la familia siempre está ahí y que yo soy muy joven como para estar segura de mantener mi domicilio actual. Otro minipunto para él, 2-0. Descubrimos que en realidad hace cuatro años desde mi última visita al odontólogo y que por unos días no fui su primera paciente en el centro. La enfermera nos mira sin disimulo. Mi doctor favorito del momento se mete en otra sala en busca de un sello de URGENTE que pegarle a mi derivación. Me llama por mi nombre para que lo acompañe y me coloca una silla para que me siente mientras me hace una copia con la que pueda justificar mi cabreo si tardan en llamarme del hospital. 3-0. Le pregunto si tiene alguna relación con el centro de radiografías al que me envió y acabamos descojonándonos de la risa viendo las fotos que saqué en mi excursión molar. 4-0. Estoy a esto de pedirle el mail y enviárselas. Me contengo.

Con el papelito que confirma lo mal que funciona el sistema sanitario de este país, me levanto y me despido.

- Muchas gracias. Una pena que no nos veamos más... En fin. Gracias. Ahora me da menos miedito volver a tratar con dentistas.

- De nada, X. De todas maneras, si tardan mucho en llamarte, pásate por aquí, sin pedir hora ni nada, y vemos qué pasa... O, si tienes cualquier otra cosa... Aquí estoy... Que igual, cuando te las quiten, te duele un poquito o algo y yo te puedo recetar lo que quieras... vaya, lo que necesites...

5-0. Se puede desear ir al médico. Sí. Así, sí. Claro. Desaparezco sin darle dos besos y olerlo aunque me quedo con las ganas. Bajo a la calle, saco el papel y veo que me ha dibujado un emoticono y que, horror extremo, le he dado mal parte de la dirección. Confirmo que soy gilipollas y que el temblor de piernas me ha afectado al habla. Decido echarle huevos y volver a subir a su consulta. Ignoro el cartelito que dice, así, en mayúsculas, muy grosero, NO TOCAR A LA PUERTA. Pico. La cara seria se le quita en un nanosegundo (ahora ya sí que sí, 6-0), confieso mi error y él le pide a su enfermera mi papel original. Tras unos segundos larguísimos de bochorno mío y sólo mío, mi doctor se da cuenta de que ha dejado mi papelajo en el scanner.

- Uy, perdona, qué tontería llevo... - anota un 7-0 -.

- Nada, tranquilo, la torpe soy yo... Perdona, eh... Siento haberte interrumpido...

- Nada, nada... le puede pasar a cualquiera... Ya está. Cambiado. Y lo de antes... que no seas tan agradable con los otros, ¿vale? - me coge de la cintura y me acompaña a la puerta-. Nos vemos...


Aishhh... ¿Podría ser un celoso de base? -2. ¿Me "perdonas" el error sólo porque te he puesto ojitos? mmmm.. -0 ¿Quién te ha dado permiso para tocarme las lorzas? -4.  ¿Por qué eres galante conmigo si no me conoces de nada? +1.

Resumen: 2-0. Más allá de los puntitos que me ha sacado este hombre, debo señalar que es la primera vez en mucho tiempo que alguien pasa del empate a cero y que ha sido la confirmación de que me encuentro en una época Scruffy, o sea, de barbas y bambas al poder.

Bienvenidos, barbudos desgarbados desaliñados todos, al reino de la mirada de los mil metros.





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