martes, 8 de enero de 2013

CIENFUEGOS Y ELOÍSA



He empezado a pensar en este post en la página 186 del libro. De esas veces que lees atragantándote, engullendo letras, conceptos y lemas. De esas veces en que alguien te cuenta algo que te suena mogollón, tanto tanto que eres capaz de verlo desde fuera, de abrirlo aunque sea sin llaves.

Luego -hasta la página 280, final de la novela- ha sido todo un poco loco, bastante carrusel, muy vertical la lectura, muy subjetiva, sorprendentemente intensa y aleccionadora. Como si un buen amigo te contara el cuento de "La piedra redonda", tu puta vida entera, a pequeñas cucharadas... y al final te quedaras con hambre. Patético pero esclarecedor.

En el libro se habla de Eloísa -la cornuda que deja de querer sin querer a Cienfuegos porque se lo ha ganado a pulso (Cienfuegos, digo)-, Juana Bayo -la siguiente víctima de El Podrido, conocido también como L.O.S. (Lo Opuesto de Santo)-, el Defensa, el Riesgo y el Zumos -tríada del bien, amigos de los niños, de espíritu infantil y apariencia circense-, el Remember, Curtis -el enano "Redentor"-, Eugenio Cuchillos -el mejor amigo/enemigo, dos en uno, nena, que estamos de oferta!- y otros tantos personajuchos dibujados a brochazos contundentes, responsables inconscientes de su impronta en vidas ajenas, secundarios que le meten collejas a Cienfuegos mientras caen él y toda su miseria al olvido de algunos pasados. Hay gente pa tó.

No me quedan uñas. No es un rollo de misterio. Está cantadísimo desde el minuto cero cómo NO acabará. Pero es sincero y por eso duele un poquito, porque te pilla como a traición aunque tú ya tengas más que superado todo todo todo lo anterior. Pobre de ti que no lo tengas. Se te comerá vivo. Te hará pedazos si no lo has leído creyéndotelo.

Y ahí ando, braceando hasta El Lugar Seguro (E.L.S.):




"Árbol-roca-montaña
     Algunos días me detengo debajo de toldos, en el paseo de Sant Joan, y tan sólo miro la lluvia con las manos en los bolsillos. Sigue sin hacer nada de frío. Pienso en cosas que olvidé que me gustaban: los bares de carretera secundaria que uno ve al pasar por los pueblos, islas imperecederas de formica y baldosa en mitad del vértigo del progreso. La forma en que anhelaba, de muy joven, estar sentado para siempre en uno de aquellos bares, sólo leyendo y bebiendo y viendo los coches pasar, aún ignorante del Podrido, la crisis, el ansia y el vacío que llegarían. Calmado, feliz en mi refugio, mi fortaleza de la soledad. Siempre le hablaba a Eloísa de aquellos bares, se los señalaba desde el coche, como algo que me gustó tiempo atrás y pugnaba por recordar la razón.

     Pienso en Lugares Seguros: la comida que me gustaba de niño, la cocina de mi abuela y los discos que amé, y me pongo de nuevo mi vieja camiseta de Vacuola y Los Citoplasmas, con su cuello deshilachado y su agujero en el sobaco izquierdo. Un día incluso estoy a punto de echarme a bailar con una canción, pero al final me entra el pánico de arruinarlo todo si lo hago, así que permanezco inmóvil, mirando girar un disco titulado Magic bullets como si fuese un diagrama hipnótico. Fui injusto con todos esos discos; ellos no tuvieron la culpa de mi fracaso. Les absuelvo. Después de todo, ¿de quién es culpa la decepción, eh?

     Y pienso en otro Lugar Seguro: verano de 1988, a los diecisiete, yendo en bicicleta por un camping donde trabajé. En la avenida que seguía el camino de la playa, pedaleando sin manos, nueve de la mañana, todo el mundo durmiendo en sus caravanas y tiendas, el planeta entero aún en la cama, y el olor del mar de El Prat llenándome la cara por dentro, y la brisa del Mediterráneo en el tupé, música gloriosa sonando en el walk-man, explotando sobrenatural en el interior de mi cabeza, we´re living in violent times, oh I tell you. Todos los anhelos y esperanzas y la inocencia de aquellos días y el amor a la vida concentrados allí, sobre aquella bicicleta rápida, pensando que todo iba a ir bien, después de todo."

                                                               "Eres el mejor, Cienfuegos", Kiko Amat. Ed. Alfaguara.





Es nombrar mi tierra y perder la objetividad al segundo.

Es vislumbrar un Cienfuegos y reflejarme Eloísa.

La próxima vez le voy a llamar Milchispas.

¿Voy pidiendo hora para rehacerme el DNI? Quiero mi Adolfo y lo quiero ya.

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