martes, 23 de febrero de 2010

ESTO QUE VA UN CHINO, UN ESPAÑOL Y UN YANQUI...

Me apetecía. En serio. Pero ha sido como uno de esos chistes que empiezan y la gente se frota las manos... y acaban y todos tienen ganas de abofetear al culpable.

Destrempada común (y casi diaria últimamente). Una patada en la zona baja anatómica no provoca lágrimas de risa, sino de dolor. A eso súmale la piel fina, el miedo a punto, la desconfianza escondida en cada poro, el cansancio que recorre el espinazo, los malentendidos, los destiempos, las desganas, las interpretaciones, los análisis, los caracteres, los orgullos, las salidas de tono, la ropa guardada, el tic-tac amenazante y mortificador... Cóctel explosivo.

Esto que va un chino, un español y un yanqui... y el argentino escribe:

"En la vida, como en las cenas, nos empeñamos en creer que lo mejor es lo que está por llegar -comentó Otto, advirtiendo con agrado que aún iban por el segundo plato-. Lo malo es que en la vida, al contrario que en las cenas, nunca sabemos cuántos platos nos quedan todavía para acabar el menú.

Y en algún momento de la cena, la dulzura del postre nos recuerda que se va acercando el momento en que, a pesar de la tregua del café y los licores, habrá que pagar el gasto y salir solos, con las solapas del abrigo levantadas contra el frío, a la calle lluviosa, a ser devorados por la oscuridad."


La próxima vez hago un simpa. Como homenaje.

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