miércoles, 1 de julio de 2015

Profesor/-a de ELE



Mis estudiantes rara vez son así, como el de la foto. Normalmente mis alumnos son gente normal a la que no señalarías con el dedo por la calle para descojonarte de ella o de su cutrez estética. Después de unas clases, pocos de nosotros podríamos adivinar quién es el guiri en la reunión... y no nos dejaríamos llevar por el tema calcetines hasta la rodilla ;-)

En las excepcionales situaciones en las que comparto tiempo con alguien de fuera de mi sector siento que se malinterpreta mi profesión. Hoy mismo, una persona de recepción ponía cara de flipar mucho cuando le he explicado que 5 horas de clases presenciales son demasiadas -mucho más de lo que puede asumir gustosamente- para un profe. Claro, la mayoría de la gente piensa en horas trabajadas físicamente y no en las horas "mentales" (de preparación y/o de corrección y/o de formación y/o de lo que sea).

Mi trabajo es mucho más ligero que el del minero picando piedra, lo sé. Cuando mi padre me cuenta que se ha pasado el día entero con el camión para arriba y para abajo, me da tanto repeluco como cuando mi amiga  Z me explica que lleva ocho horas contestando al teléfono de emergencias en la centralita de la compañía de la luz, del gas o de lo que sea que hace. Yo no podría hacer su curro y ellos no podrían hacer el mío.

Yo no nací siendo profe, o sea, que mi currículum abarca otras profesiones: he sido entrenadora de fútbol, encuestadora, vendedora de cosméticos (¡!), librera, dependienta de cajero... Tuve la suerte de descubrir que lo más me gustaba del mundo era dar clases de español a extranjeros hace ya casi tres lustros.

Como en cualquier curro hay cosas buenas y cosas no tan buenas. A mí, me encanta. Por más que intente cumplir con el rollo "salud mental" y desintoxicarme cada fin de semana, no puedo pasar más de quince días seguidos de vacaciones sin lanzarme a algún guiri perdido para ayudarle con el mapa a encontrar la "Sangrada Familia"  (o "La Sagrada" -a secas-, o la "Sangría Familiar", etc.) Supongo que es una de esas cosas que llevas dentro o no.

Mi profesión lleva implícitas muchas otras profesiones. Tengo bastante experiencia y pocas veces me pillan por sorpresa, por eso se me pone cara de nada cuando me hablan másters, de 11euros la hora presencial trabajada, de postgrados, de implicación con la empresa.... Buffff, me he aburrido a mí misma mientras escribía.


Estas semanas doy clases a escasos diez metros de la última academia en la que he colaborado y eso significa que mis estudiantes de allí me preguntan por los de aquí y -suerte la mía- que cada mañana alguien me saluda entre legañas y hablamos sobre de dónde vengo o dónde estoy y, casi siempre, se despiden con un "Te echo de menos" o similar, es decir, chapurreando como pueden y masticando/escupiendo palabras bonitas/piropos que quieren decir. Gratis, amigos. Os juro que no les pago ni tengo nada que ver con su diploma o con sus notas. Son majos porque sí. Flípalo. Eso no está pagado.


Debería estar tecleando un Kahoot para la clase de mañana. Me pilla el toro, niños/-as. Estamos en julio, qué esperabais, ¿confetis de colores?¿fuegos artificiales por haber sobrevivido otro día de calorazo? Mañana más y os juro que es la antítesis de la amenaza.


No hay comentarios: