martes, 14 de octubre de 2014

UN POCO MÁS



Ayer hice un viaje al pasado de mano de un buen amigo al que llevaba sin oler unos diez años. Se convirtió en una de esas excursiones que dicen más del visitante que del lugar.

10 años son una jartá o una mijilla, según se mire. Como vengo de partirme la caja con mis chicos voy a concederme como válida la ventaja numérica en las cosillas positivas.

- Soy un poco más educada. Antes me parecía que ser educada era algo necesario sólo con los elegidos. Ahora mismo considero que es una buena elección tenga a quien tenga en frente. Muchos conatos de gilipollismo agudo se pueden evitar con elegancia y buenas formas. No todos, a veces no hay más opción que poner los cojones encima de la mesa para que te hagan caso.

- Soy bastante más cariñosa. A mí me encantaba ir de dura por la vida, perdonarlas, juzgarlas, examinarlas... Supongo que es algo que tengo que pulir todavía porque observo cómo los demás esperan el juicio, el zasca, la condena... aunque, la verdad, hace ya tiempo que no siento aquella necesidad de justicia personal intransferible que debía significar un antes y un después en la vida del reo, del otro. Desde que tengo patata y no corazón, todo es más fácil. No se puede hacer juliana de una cereza. Tengo un poquito más de tiempo ahora que he dejado los cuchillos y, además, le he pillado el gusto a eso de comerse las cosas a bocados sin salpimentar ni ná de ná.

- Soy mucho más próxima. Hubiera elegido muerte a dejar que me besaran, abrazaran o similares en público. Yo era una talifana del látigo, lo sabemos todos. Últimamente estoy de un moñoso que no me lo creo ni yo. Lo gestiono regular pero disfruto aún y así de un buen abrazo, de unos besitos, de unas palmaditas en el hombro... Acepto incluso que me pellizquen los mofletes. Acabáramos.

- Soy un poco menos bruta. He dicho menos. Un poco todo lo anterior, no? Sólo cuando es necesario, debo aclarar. Para mí, ser menos bruta es un esfuerzo porque es luchar contra mi naturaleza alforjalera de rebuznar a la mínima y plantarme donde me rote. La delicadeza, he constatado en estos años, tiene su punto y su recompensa.

- Soy un poco más descreída. Yep. No desconfío del mundo, ni mucho menos, es sólo que os creo a todos ahora y luego ya si eso volvéis a convencerme de lo que sea, que soy muy Dori. Va ligado al tema de ser menos impulsiva y más pasota. Habrá quien recuerde debates en los que nos jugábamos el todo por el todo a tener razón... Me la pela todo así que no hay conflicto posible cuando yo digo A y tú dices B. Pues A y B, ¿no? Y si no, ya lo veremos que no es cuestión de poner la mano en el fuego por nadie ni por nada (o casi en los dos casos).

- El mundo así en general es un poco más puto. En serio, si lo comparo con hace diez años estábamos los mismos cascarrabias, los mismos flipaos, los mismos jetas, las mismas almas de cántaro, las mismas caras largas en iguales posiciones, los mismos chorizos, los mismos pavos apavaos, los mismos puteados, los mismos curas, los mismos apellidos... todo igual sí, pero me parece ahora un puntito más sonoro, más de pandereta. En estos diez años hemos aprendido que siempre pueden demostrar un poco más de desvergüenza. Ahí es nada. Ahí no hay límite, niños.




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