martes, 13 de mayo de 2014

Tribulaciones de un martes solitario




Un solitario cualquiera llega a casa por la tarde y es abrir la cerradura y escuchar cánticos celestiales. El solitario tipo se desnuda mientras pone música y algo en el horno, deja correr lo justo el grifo hasta que hace efecto niebla en el espejito, se frota el tronco y la cabeza, sale más ligero, se escurre en crema hidratante, tira paseando su desnudez hasta la bata que acoge su cuerpo y le da los primeros mimos. La casa entonces ya huele rica rica. Cena uno acompañado por una serie, una peli (muy buena o muy mala, depende de muchos factores), un cd... y llega la medianoche, la hora de quitarse prendas y preparar una infusión. Se mete el solitario estándar entre sábanas de franela porque hace rasca, está solo y es un gustazo. Tiene el pelo todavía mojado. Pone en vertical la almohada que le sobra. Acerca el PC para leer los subtítulos o enciende la luz de la mesita y coge un libro gordo por si las moscas. Se hace un cuatro. Da un par de cabezadas. Baja el volumen del ordenador o cierra el libro. Se enrosca hacia la izquierda. Mete la nariz en un cojín. Se duerme.

Unas horas más tarde se desvela. Mira por el ventanal. Enciende el PC. Reestructura la cama, los cojines, las almohadas y su posición. Tratando de equilibrar temperatura corporal y mental, acaba por enseñar tobillo y parte de pantorrilla. Mira el reloj de la mesilla de noche. Cuenta mentalmente los segundos de sueño que le quedan. Comprueba el móvil. Cierra los ojos fuerte fuerte. Se acomoda entre las sábanas de franela. Encuentra el punto. Se acurruca. Se queda dormido.


El solitario del que habla este post se levanta unas ocho horas después... cansado o muy cansado. De currar como una mula, de que no le salgan las cuentas, de despertarse sin una espalda calentita al lado...

El mismo solitario repite el ritual vespertino y está feliz de no levantarse reventado, de no enloquecer con las temperaturas de dos cuerpos bajo sábanas de franela, de no discutir por la cena, la limpieza, la tele o cualquier otra chuminada. Bienvenido el solitario que disfruta su soledad.

Bienvenidas las soledades elegidas.







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