miércoles, 13 de noviembre de 2013

IAN y los cimientos



El lunes llegué veinte minutos tarde y no pude recogerlo de la guardería. Me recibió en el carrito, a la entrada de su cole, y tardó dos minutos en decirme "¡Tita!", bajarse del carro y arrastrarme hasta la puerta para presentarme a "Rafa" (su profe). Alterada su rutina ni comió bien ni echó la siesta ni fue a la guardería por la tarde. En su habitación me enseñó todos los libros que tiene, jugamos a traer y llevar zapatillas, me lanzó todas las letras de gomaespuma que encontró debajo de su silla y descubrió que me asustaba que se me tirara por la espalda poniendo voz de niño endemoniado. Se partía de risa atacándome poseído... qué le gusta una maldad a este crío.

Hoy he llegado con tiempo de sobras. Nos hemos juntado al otro lado de las rejas toda la familia -¡viva el clan, nene!- Hemos ido su abuelo, su madre y yo hasta su clase y nos hemos encontrado a unos quince niños hipnotizados por un tipo de pasado reciente heavirulo extremo reconvertido en medio greñudo que soplaba pompas de jabón para su audiencia de enanos repeinados al estilo pepero, ralla al lado bien marcada con colonia. Me he acordado de cuando yo era minúscula y salía del cole -trenzas bien puestas, impertérritas, caracoles asomando- y me encontraba a mi madre y a mis yayos... Nos íbamos todos en manada hacia LA CASA y la calle parecía infinita porque parábamos en la panadería a por pan y pastas, en el videoclub para las chuches, en la bodega para dejar o coger botellas... Lo que da una calle, ¿no?

Hemos subido a casa de los yayos y nos hemos tumbado en el colchón el Niño-Búho y yo. Roncaba ya segundos antes de poner el cabezón en la almohada. Si bien el segundo nombre que ha aullado al levantarse ha sido el mío, el show ha sido un in crescendo todavía más interesante después de comer. Que yo me llamo TIiiiiTAAA!! y que él lo sabe y lo utiliza, ha quedado absolutamente claro.Que me reconoce en las fotos, también. Me ha leído un cuento en su idioma "tititatítotó" como si fuera lo más normal del mundo, con el mono que le ha regalado su yayo José Luis en el regazo, me ha peinado usando la parte de plástico del cepillo para que no me doliera, me ha atacado por la espalda un montón de veces sabiéndose observado y aplaudido, me ha llamado a buen volumen para que lo abrazara y cargara con él en la despedida....


 y ha sudado de mí tres pueblos al dejarlo en la puerta de su clase, de nuevo, a las 15.



Los niños son muy Dori. Los adultos también, pero de otra manera más selectiva y menos aleatoria. Creo. Me parece. Diría yo, así, generalizando. O no, Gollum, no sé... ¿importa?





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