domingo, 16 de diciembre de 2012

LA VIDA SIMPLE



Entre semana me levantaría tarde, rozando el mediodía. En la cocina habría preparada, y misteriosamente caliente, una cafetera con el contenido suficiente para llenar dos tazas en un intervalo de una hora. La primera me la tomaría de camino al baño, en lo que tarda en salir agua calentita. La segunda estaría esperándome en el dormitorio, en la mesa, al lado de un par de mandarinas de ésas que se pelan fácil y no tienen huesos.

Dejaría las toallas secándose en el tendedero y disfrutaría del sol en mi piel con los ojos cerrados y alguna canción de fondo, tarareando sin preocupación, con el pelo mojado y el olor de la fruta, el de la espuma y el de la crema de vainilla mezclados. Liam habría hecho la cama, ordenado los cojines del sofá y amontonado los libros y mis papelajos ya y aparecería quitándose las legañas y la pasta de dientes de la comisura de los labios, con una sonrisa medio torpe y los ojos todavía naciéndole debajo de un montón de pestañas.

Liam me da algunos achuchones, varios besos en los ojos y otros tantos en la boca todas las mañanas antes de que yo me vaya al trabajo. Porque sí. Y porque además huele bien. Podría seguir su rasto. Escribo "Yo me encargo de la cena." en una pequeña pizarra que tenemos en la puerta, debajo de la mirilla, y dibujo un smiley con pelos rizados y a lo loco para que sepa que es mío y no de alguno de los amigos que vinieron anoche a cenar a casa.

Me gusta montar cenas en casa siguiendo el horario europeo. A las ocho llegan los primeros, cargaditos de bolsas y recetas que nos apetece cocinar juntos. Nunca faltan los mejillones porque es ya casi una tradición en esta casa, especialmente si es sábado. Tenemos lavaplatos así que lo de fregar los restos del día anterior no me agobia. Meto en un tupper la ensalada de patatas alemana y las empañadillas chinas que sobraron de ayer. No sé cómo no explotamos todos.


Camino hasta el trabajo y hace un pelín de frío y sol. Estamos en mayo y me parece verano pero todos mis congéneres en este punto del mundo van bastante más abrigados de lo que me parecería adecuado. Paseo pensando en las clases que tendré y en mis estudiantes, maldiciendo un poquito (sólo un poquito) el libro que usamos, mirando escaparates y caras que se cruzan conmigo. Compruebo que si sonrío, los desconocidos y los maniquís me devuelven la sonrisa, medio sorprendidos. Me siento bien. Me siento fuerte. Paro en el bar de cada día. Lily me recibe sonriente y me prepara el café americano para llevar con dos hielos grandes mientras me pregunta qué significa algo que ha leído en el periódico esta mañana.


En la escuela en la que trabajo me reciben cantando. Literalmente. Mis alumnos, adultos, son majos y cariñosos, me abrazan, me cuentan mil historias, empatizamos, lo pasamos  bien y aprendemos más allá de las gramáticas y las palabras. A veces traen comida que ellos mismos han cocinado, otras vídeos y fotos, otras anécdotas y risas. Salgo sudada pero contenta, como después de hacer el Deporte (que decía K. Amat)


Salgo del trabajo y voy a buscar a Ian, que se quedará conmigo esta noche porque mi hermana y mi cuñado tienen planeado un rollo romántico. Mi sobrino se abraza a mi pierna en cuanto me reconoce. Yo lo cojo en brazos y le beso los mofletes colorados poseída por el espíritu de la típica tía que te pellizca los carrillos en versión indolora. Se despide de su madre con lagrimones como puños pero se le pasa en cuanto le prometo que le leeré algún libro al llegar a casa. Vamos al parque cogidos de la mano, cantando lo que le enseñan en su colegio. "¿Tú no les enseñas canciones en tu cole?", me pregunta. "No, les enseño otras cosas." "¿A Liam tampoco?", insiste. "Él me enseña a mí", le digo. Y se parte de risa, porque le encanta Liam y porque le resulta gracioso imaginarme a mí de estudiante, a su tita, a la "Señu".

Preparamos algo de papeo después de acostar a Ian. El teléfono suena un par de veces: Ana M. tiene ganas de metafísica y nos pasamos un buen rato dándole a la sin hueso, descojonándonos. Dos perdidas de Helena. Mañana la llamo y recuperamos temas.  Liam me explica qué tal su día con detalle, emocionado, porque es algo que le gusta y lo disfruta por más que sean horas y horas de trabajo. Me dice que vendrá a yoga la semana que viene, que le hace falta. Podría ser carpintero, abogado, cajero de súper, doctor, científico, camarero, estadista... No importa. Le mola. Se lo pasa bien. Eso sí que importa.


Nos metemos en la cama y ponemos bajito, por ejemplo, Lost, una serie que ya hemos visto varias veces y que sigue flipándonos, frikis como nos sabemos, jugando con los dedos, con la lengua, con los ojos. Liam se queda dormido y yo aprovecho para mirar los mensajitos del Facebook: Ricardo ha descubierto un par de cosas interesantes de visionado online y está muy bien a -15º. Sumin, Djamila, Jacob, Nico/Monique, Charlotte, Maila, Carla, Liane, Neda, Marianna, Carlos, David, Adel, Claudia, Matteo, Nathan, Kim, Paula, Simeng, Baolin, Juanito y algunos más han comentado las fotos que hice el finde pasado en la boletada.

Apago el ordenador y me acuerdo de cuando no lo hacía y me daban las tantas viendo bazofia. Enciendo la luz para coger un libro y Liam se despierta. Voy a comprobar que Ian está bien y vuelvo a la cama donde Liam se acurruca a mi lado dejándome el espacio suficiente para que pueda leer hasta quedarme dormida con una sonrisa. El libro no está nada mal pero tengo que levantarme más que activa mañana así que me concentro en los ronquidos de Liam. Hay gente que ronca bien. Eso es así. Meto la nariz en un omóplato, me hago un 4, escucho y me duermo. Así de simple.



Me despierta Ian tempranito pero es sábado y se lo perdono sin más. Desayunamos los tres, lo meto en la ducha, lo visto y me tumbo en la mecedora. Ahí están, jugando los dos, mirándome de lejos. Tengo en perspectiva un museo, paseos, juegos, historias y clases de "Cómo ser bonito" en diez pasos. Esto último, para mí. Tengo buenos profes.



De mi "Simple life" idílica a la real hay nada y menos. Ahí lo dejo. Estiro los dedos por encima de mi cabeza y ya lo estoy rozando. Alé. Nos vemos, colegas.






4 comentarios:

Helena Ortiz dijo...
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Helena Ortiz dijo...

Me acabas de transportar a otro universo, aunque me resulta diferente y familiar al mismo tiempo. Eso es lo que consiguen los buenos escritores, no? Un besazo!

mil dijo...

Mi niña!! Gracias miles... Ya ves, aquí tecleando un rato sobre la vida simple perfecta.... A mí también me suenan cosas pero, fíjate, qué diferente, no? Joé, la de giros que hay por delante... Seguiré intentando escribir bien, lo mejor que pueda... Feliz si he logrado que comentaras por duplicado con la misma opinión. En mi vida idílica tú tienes un papel y un por qué evidentísimo y valioso. Muakakakakakkaas, perla!!

Helena Ortiz dijo...

jejejeje intentando escribir bieeen??! menos mal que solo lo intentas! tú también lo tienes en la mía, guapaa! cómo te echo de menos! (se van a acabar las llamadas perdidas esas, también te lo digo, quiero un directoo! jejeje)

un besazo amore! no te canses nunca de escribir, eres genial.