miércoles, 16 de febrero de 2011

ANOCHE NO

Normalmente antes de dormir cuento algunas estrellas, pido un deseo y le echo un ojo a la luna por si se hubiera transformado en hombre-lobo. Anoche no había más que una bruma densa y pesada. Me quedé sin tomarle las medidas a Selene y sin los puntos de luz que viven o mueren a millones de kilómetros de distancia... Y sin deseo, claro. En condiciones adversas no se puede uno permitir el lujo de tirar una voluntad.


Si pudiera medirse el bucle de pensamiento, el mío, se podría resumir en una palabra: CONTROL. Sin Alt, sin Supr, sin ná, a palo seco. Incluso cuando duermo me sorprendo consciente de no estar controlando lo que pasa en el sueño. "¿Qué hace esto aquí? Qué poco realista... A ver por dónde me sale... Se piensan que no puedo con ésto... Te pillé."


Un día cada X pierdo el control. Lo de X mola porque es una incógnita, discutible siempre excepto en los problemas matemáticos, con valor subjetivo, conflictivo y honesto. Ayer fue "un día de cada X".


Empezó voluntarioso el tema. Se arrastra uno hasta el baño, se cepilla la piñata y etc., etc., etc. hasta el infinito y más allá. Aún así, es capaz de transportar su cuerpo a otras latitudes y mantener conversaciones presuntamente adultas, forzadamente asequibles. Por la tarde cambió, se puso casi lunes. Todo gris y más gris y más gris y más desesperadamente gris. Hasta que Gris soltó el micro y apareció su hermano mayor, calcadito al primo de Zumosol.


Anoche no fue una de esas noches para recordar mientras te meces y parloteas con los nietos tirando de hemeroteca.

Anoche no fue una de esas noches para descansar en paz y respirar tranquilamente en una soledad amable, pacífica y deseada.

Anoche no fue una de esas noches para tirar cohetes, ni para hacerte un tatoo nuevo que lo recuerde, ni para enmarcar.

Anoche no fue una de esas noches para dormir, ni para hacer deporte, ni para leer, ni para hablar en voz alta.


No podría justificar mis motivos pero acabé en el mismo número de casi siempre. Afortunadamente para mí, pertenezco a ese 80% que tiene un interlocutor con sus buenas pellas que pocas veces falla. Entre mocos, salitre y wasabi, balbuceante y delirante, vomité todo lo que mis desvaríos llevaban tiempo maquinando -putos cabrones- contra mí.


Me he encontrado esta mañana demostraciones de afecto abrumadoras, ha salido el sol, ha habido quien se rasgara las vestiduras y confesara sus pecados, ha aparecido un biciclista dispuesto a compartir buen rollo, han llegado barcos repletos de tuppers que contenían fuerza, compromiso y afecto incondicional, he recibido abrazos y besos y mimos y arrumacos...


No se puede controlar al mundo. Me lo tengo que aprender. Puedo controlar mi mundo. Me lo tengo que aprender. El mundo me controla. Me lo tengo que aprender. Mi gente me controla. ¿Me lo tengo que aprender?


Anoche no, pero hoy sí. Hormiguita serpenteando por la montañuca.

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