martes, 18 de agosto de 2009

CONCIENCIA





Ese día fue bueno. Sé que éramos conscientes de lo que estábamos haciendo y lo disfrutábamos más por eso, por ser conscientes y estar juntas.


No es fácil de llevar la conciencia según qué días porque a veces te das cuenta de que no has hecho lo que deberías y la muy perra te lo repite sin parar, sin prisa, como si no descansara nunca, y lo que te dice hace pupita por más callo o coraza que tengas por piel.


Lo peor es que tiene razón cuando te suelta que tendrías que echar a correr inmediatamente porque el cielo se ha puesto negrísimo y van a caer chuzos de punta el resto de tu vida si no cambias de paisaje ya ya ya.


Lo malo es cuando te pide que tengas un poco más de paciencia y te recuerda todas las veces que prometiste no tirar la toalla, ni siquiera lavarla, y seguir palante costara lo que costara.


La putada es que a los cinco minutos también tira de currículum vitae y te muestra imágenes idénticas a la polaroid de estas tardes, las mismas subidas de tono, puñaes al viento, que no te merecías, la misma puta sensación de cero ganas, exacto el feeling de "laestoycagandoyvoyatenerqueliarlaymandarlotodoalamierdadeunavezportodas", clavadito el pensamiento fugaz y estúpido atravesando el horizonte playero pero sin sol que lleva colgando de la cola un "todo se puede arreglar" a la que escuchas los pasitos a lo gheisa que se dirigen hacia tu sombra.


¿Qué hacemos entonces con ella? Yo, de momento, la pongo en cuarentena y le doy vacaciones. Que se ajuste el mundo entero hasta que ella se reponga, si se diera el caso, que lleva casi treinta años sin vacaciones y eso se nota -sobre todo visto en estadísticas comparativas-.

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