lunes, 23 de julio de 2018

DE CAFÉS y PERDONES pendientes



Leña preparada para ser quemada -troncos antes recogidos y apilados-, mechero, tiempo y ganas. Me gusta cómo huele la madera al cortarla y, también, al prender. Me encanta el chisporroteo, el calor y el libro "Farenheit 451" (por lo interesante/peligroso que encuentro lo de controlar temperaturas y conocimientos y porque vi la última adaptación en largometraje anoche mismo).

De café entiendo poco, la verdad. Esta que escribe es de americano con hielo y dos de azúcar esté dónde esté y sea la época que sea. Supongo que no tengo muy desarrollado el paladar. La opción B es NO café y eso significa que hay cafés que nunca se darán, que no llegarán a ser jamás. No admito leche, ni sacarina. Pocas cosas tengo claras en la vida y una es cómo me gusta tomar el puto café.

De cafés pendientes sé algo y lo poco que sé me ha costado mucho entenderlo. Mis conclusiones son estas:

- Asume tus mierdas y no abones las de nadie.
- No hay nada más que hablar de momento. Por eso está archivado, generosamente, como pendiente, esperando a que amaine la tormenta, a que las ideas se ordenen, a que los sentimientos dejen de dirigir el cotarro.
- Del futuro nadie sabe pero, si quieres tener una opción, no des por culo y tira las millas suficientes para que nadie más se pringue.
- Evita a los intermediarios, los whatsaps, los ombligos, las indirectas, la sensiblería y los caminos de cabras. Poco bueno y fiable se puede obtener con esas bases.


En las últimas semanas he tomado cafés virtuales con amigos de EE.UU., de Alemania, de Polonia... Ayer mismo me tomé un café con dos amigos, una en Korea y otro comiendo en casa de unos ucranianos. El café pendiente tiene ese plus de haber sido postergado y ese drama de querer pero no  porque tú X y yo X y, al final, mejor otro día que hoy no soy persona, he agotado todos mis ahorros en materia de paciencia y me caigo fatal.

Pues eso, poco a poco y tiempo al tiempo. Primero tienes que encontrar los árboles, sacar el rato para decidir qué ramas cortar y hacerte con la herramienta. Luego hay que llevar los troncos y la pinaza cerca del futuro fuego y dejarlos secar para que después, cuando sientas frío, prendan bien. Si eres precavido, tendrás al lado, también, periódicos viejos y cerillas. Y puede pasar que, habiendo seguido todos los pasos, aparezca alguien y conecte la calefacción con toda su buena fe. ¿Qué hacer en esos casos?¿Paredón al inconsciente que se cagó en nuestra artesanía del fuego? Todo ese proceso que nos llevó años aprender se repite casi igual con algo tan simple como el café: ¿Guerra eterna a quien le ponga leche de soja/avena/x? ¿Mentar a la madre de quien inventó la puta Nespresso? ¿Tortura medieval para quien se sacó de la manga la sacarina del averno?

Estas últimas semanas he tenido muy presente en mi cabeza a alguien que, de repente (según mis coordenadas, claro) está tirando de maquinita, leche aguada y stevia. ¿Debería haberle metido una colleja el primer día que me invitó a café sacado del cachirulo eléctrico? ¿Tendría que haber escupido en su mejunje stévico y hacérselo tragar? ¿Merece que le meta leche de soja por las orejas cuando me dice que esto así es, indudablemente, lo mejor para todos? Igual sí, pero no lo hago porque lo primordial, para mí, es el clan del Colacao. Le doy vueltas, vueltas y más vueltas y lo que saco en claro es que yo nunca pedí ese café (ni lo quiero así), ni lo preparé para mí ni para nadie, ni aceptaré tomármelo ni deseo que se lo tome otro.

La empatía es muy chunga porque, aplicada a full, uno tiene que ponerse en el lugar de otros  ¡¡Y AL REVÉS!! Y eso significa que, a lo mejor, la respuesta que buscabas no era esta, pero ahí la llevas, te la comes igual, entra en el menú de hoy. En este caos general, la duda ofende y ofende tanto que empiezo a dudar de todo. ¿Será cierto que el Nesquik es una opción? Meses atrás no hubiera sido ni pregunta. Ahora que nos quitamos las máscaras... yo ya no sé.

De perdones tengo recuerdos chocantes. Para muestra, un botón: Mi madre, que se enerva cada vez que soy educada en un sitio público con el personal del servicio. Mi cerebro, que me recuerda cada tanto una vez en que otro lo dijo por compromiso cuando yo necesitaba de verdad la disculpa.

Por ir resumiendo, las ausencias y las presencias son necesarias. Dar la cara es importante. Echarle morro, también. Se me ocurren algunos motivos por los que deberíamos hacer un café de una puta vez y, multiplicados por un millón, los que justifican mi negativa. Sin rencores. Es sólo que no lo veo.






1 comentario:

Ricardo dijo...

Nota mental: escribir más <3