jueves, 8 de marzo de 2018

LA PASIVA y el #metoo

Mi madre me advirtió desde pequeña y sirvió -en mi caso- para que no me pillara de imprevisto y, especialmente, para quitarme de encima la culpabilidad porque ella ya me había explicado que no había razones para que eso pasara e incluso me había dado ejemplos. Confieso que hasta no me pasó, no le di crédito y lo achacaba a la sobreprotección materna.

La primera vez que yo recuerdo fue una tarde de primavera. Nuestro cole estaba cerquísima de casa, sólo había que cruzar dos calles de dirección única y poco transitadas. Tendría yo unos 10-12 años y, extrañamente, no tenía a mi amiga Cristina esperando en el portal para ir juntas al cole. Como cada día y cada vez, salí del portal y devolví el saludo que me lanzaba mi madre desde el balcón de casa. A menos de 15 metros un abuelo me chistó desde el coche y yo me acerqué solícita. No recuerdo qué me dijo pero sí el gesto, el olor y su mano moviéndose dentro de su bragueta. 





El machismo queda en evidenciax2 cuando transformamos las oraciones pasivas en activas. Por ejemplo, cuando alguien escribe esto:

No murió sin más, la mató su pareja, un hombre. Víctima mortal ella y asesino él. Es curioso que, quien redacta, use primero la palabra mujer (y no persona, no vayamos a confundir) y después la palabra pareja y no hombre, novio, marido, follamigo, etc.... Qué bien nos va el género léxico cuando nos interesa. Ojalá no ser cómplices de la pasividad imperante. Bien lejos de quien redactó la noticia y de quien le echó un ojo y pasó de página.

La mayoría de nuestros "líderes políticos" (harían falta muchas más comillas para el esperpento actual) legislan desde y con la polla.  La sororidad existe desde hace mucho y ahora pide voz, de nuevo, para reclamar lo que es justo. Ya conseguimos dejar de ser catetas sin sombreros y estamos moviéndonos. Somos el 51% de la población mundial y no queremos #niunamenos.







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