jueves, 29 de junio de 2017

La C8


Pues resulta que sí. Mi médica de cabecera no lo tenía nada claro. Se puso a leer los resultados de unas pruebas que me había pedido. Fue algo así:

- La C8... ¿la C8 existe? - Dra. Z. herself.
- Mmmm... estará debajo de la C7, ¿no? - dijo su pupila tirando de sentido común y sudando de la vergüenza ajena.

Y el paciente se queda ahí, como un conejo mirando las luces de un coche acercándose. Respira lo justo como para que pase el tiempo necesario hasta llegar a la indignación y la exigencia. Se harán pruebas que constaten atascos en la C8 y que demuestren, de paso, que está ahí.

Casi dos meses de médicos, de exámenes físicos que incluían agujas y descargas eléctricas, de ecografías al corazón que confirmaban el bloqueo, de mil veces no a pastillas acabadas en *pam que me dejan tontísima y con dolor de cabeza, de demasiadas veces rechazar "ansiedad" como animal doméstico porque, en serio, no tengo intención de adoptar ninguna mascota... hasta llegar a la conclusión de que sí, pasa algo, no me lo invento, hay C8, amig@s.


Lo de ponerle nombre ya me cambia el tema mucho. Tengo cita con F. la próxima semana. Ni me estoy muriendo más que el resto, ni me estoy flipando a lo grande. La C8 se manifiesta.


La vida es mucho mejor ahora. Hay días que duermo seis horas del tirón. Un verano fatal es una forma de acertar.


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