jueves, 30 de marzo de 2017

Picasso 1 - Ian 0 -Tita puff



Le había prometido a Ian que nos veríamos hoy en el museo Picasso. Él se lo había explicado estos últimos días a Yolanda tan emocionado que le han tenido que recordar esta mañana que no se podía soltar de la fila para darle un beso a la Tita, ni pararse para hablar, ni nada. Si me veía, podía saludarme de lejos. Y ya. OK.

He salido de mi clase y he trotado hasta allí pensando que lo encontraría en la entrada de grupos. Pero no. He sacado mi carnet de docente y, ya dentro, le he contado al primer uniformado que he visto que, como profesora, estaba interesada en hacer alguna actividad en el museo con mi centro y le he pedido que me indicara el recorrido de los tours infantiles. Sin pensárselo ni dos segundos me ha respondido formalmente:

- Debo admitir que no hay, como tales, visitas preparadas exclusivamente para niños. Es una carencia de este museo de la que somos conscientes y en la que estamos trabajando.

Le he dado las gracias y me he ido a recorrer el museo a ciegas buscando a Ian. He descubierto a cinco grupos infantiles pero ninguno incluía a mi sobrino. Me ha parecido una buena idea dar vueltas por las instalaciones del museo y hacer tiempo hasta encontrarlo.

A la segunda vuelta, el muchacho uniformado me ha parado para ofrecerme gratuitamente una audioguía y así determinar si sería adecuada para mis estudiantes. A la tercera vuelta me ha sorprendido dándome un papelito con el número de teléfono de la persona que lleva las visitas de colegios, asegurándome que ella podría darme más información sobre el edificio anexo al que llevan a los niños para hacer actividades didácticas relacionadas con el arte.

En la cuarta o quinta vuelta me he encontrado a un grupo de mi propia escuela. Bochorno disimulado. He saludado en plan Letizia de incógnito y he salido a investigar las entradas y la ubicación del edificio secreto dedicado a la didáctica. He hablado con un señor de seguridad que parecía un pelín molesto con mi tentativa de cruzar la acera sin señalizar de ninguna manera que hay entre los dos edificios. Le he enseñado el carnet de docente y me ha soltado que estaba invadiendo una propiedad privada. He valorado rápido pero profundamente el soltarle un zasca demoledor y, al final, he acabado tomándome un café pacíficamente en la plaza que hay frentre a los dos edificios. Nos hemos estado mirando de lejos un buen rato. He constatado que trata igual a cualquier paseante. He reconfirmado, también, que no hay ninguna señal que prohíba el paso en esa zona.

En Barcelona hoy es verano y los guiris van en tirantes y sandalias (¡¡sin calcetines!!). Yo me he quitado la chaqueta, luego el jersey y he acabado arremangándome y sudando a lo loco recorriendo por última vez el museo y varias veces el parque de la Ciudadela y parquecitos aledaños. Sin suerte.

He hablado con Ian hace unos minutos. Él tampoco entiende cómo no nos hemos visto hoy y me lo ha repetido en bucle gracias a la conexión de mi teléfono. Mofletes y antebrazos colorados. Sobrino descontento/indignado.

Historia de cómo un jueves empieza tirando a muy bien y acaba en bluff. 

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