(Actualizado el 15/07/2016)
La RAE lo define reguleramente, ¿no? Me interesan las acepciones y el mejor ejemplo que se me ocurre para explicar la situación es el 23F en España. Generaciones enteras explicando convencidas que recuerdan haber seguido el golpe de estado en la tele mientras cenaban y celebrarlo luego con champán. De todos esos testimonios, un 95% es falso. No es que quieran mentirnos, es que se crearon/creyeron un recuerdo a medida y lo fueron decorando hasta que montaron un puzzle nacional pretérito y futurible presuntamente irrefutable. Es un caso conocido y fácil de analizar porque ni las horas cuadran, ni todo el mundo tenía tele por aquel entonces, ni mucho menos champán en la despensa por más que insistan en lo contrario.
El martes entraron a robar en casa. Se llevaron lo poco que se podían llevar, cuatro cosas. No, no estábamos ninguno dentro cuando pasó. Estamos todos bien. He explicado tantas veces la misma historia que dudo de mi veracidad. Si me preguntas si el carrito de la compra estaba a mi derecha o a mi izquierda cuando entré, diré que a la derecha porque lo he visto en las fotos pero, no sé, igual yo misma lo moví antes para hacerme paso entre el caos. La putada es que mi casa, de repente, se ha transformado en una especie de trampa golosa para los ladrones y mis labios producen en serie más josdeputa de los que me gustaría. En serio. Hasta yo me doy cuenta de que blasfemar no me libra de otro robo, ni alivia el miedo ni la desconfianza ni, desgraciadamente, voy a dormir del tirón a partir de ahora, asumido todo lo asumible.
Mirna da señales de vida -desde su ombligo y el desconocimiento- y me lanza recuerdos que pretenden ser casi una postal bucólica. Yo me veo un poco bastante M. y me acuerdo de otras cosas y otros tiempos, lo puto más opuesto a bonitos, ni siquiera justos, muy poco humanos. Esta tarde -III d.d.r. (tres días después del robo)- ordeno papeles, lleno bolsas de ropa que ya no me vale, pongo una lavadora tras otra, empantano la agenda de tachones y aplazamientos, encuentro un hueco para el café con Ricardo, vuelvo a casa, echo las dos llaves, hablo con mis mocos, me quito la ropa de calle y ya. No necesito nada más.
Si alguien quiere venir a robarme (cosas, tiempo, ganas... ), que así sea. Preparada. A ver quién se lleva la sorpresa esta vez... Meh. No soy rencorosa porque no puedo, no porque no tenga motivos. Sí soy optimista por naturaleza y me quedo con lo mejor de cada momento... Valoro el guiño aunque no tengo grandes planes para él porque me suena a muy tarde, a broma y me hubiera esperado algo más así.
Este fue, casi con total seguridad, el antepenúltimo CD que me compré. Con decir que he llegado a almacenar tres o cuatro carátulas del mismo, ya nos entendemos. Lo disfruté mucho en su momento y ahora suelo escucharlo cuando necesito sacar energía chunga y no quiero reventar cabezas, corazones u otros órganos vitales igual de importantes o, también, cuando me pongo marrón y me urge una gota que colme el vaso para hacerme líquida y petar de verdad, por fin. Empezaba así:
Estoy. Intentando. Encontrar. Las. Palabras.
(Cuántas veces pensé que Tiovivo encerraba la clave de todo y cómo fue aquello de quedarme a solas coreando el estribillo mientras me llovían los tomates y los desencantos)
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