Tengo la costumbre de mantener las ventanas de mi habitación abiertas durante todo el año, día y noche enteros. Desde que vivo aquí, en este piso que ha acabado siendo mi primer hogar propio, cada previo y post San Juan, tengo que explicar a mis estudiantes que los pelos y las ojeras no son un atrezzo para la celebración sino el resultado patente a esa broma secreta que pasa de generación en generación que consiste en lanzar petardazos cuando la ciudad ya ronca. Chascarrillos familiares y/o broncas vecinales que me hacen replantearme lo de la evolución de Darwin y tal... Me sobran, en días así, varios millones de humanos (a sumar a los habituales, que no convalidan) y es que imagino a esos presuntos adultos dándoles a sus pequeños -la gran mayoría todavía con cara de proyecto de persona con miedo- billetes de 5 euros y un par de mecheros, diciéndoles :"Corre, corre, mete un billetito en una lata vacía, ya verás qué risa!! Y no te quemes, que hasta el año que viene no tenemos para ropa nueva!!¡¡Qué bien se lo pasa el joío!!"
La segunda costumbre veraniega es La Avispa. Sí, en singular. Estoy convencida de que es una, la misma cada puto año, que me pilló la matrícula el primer día que apareció en mi habitación, se descojonó al ver a una tipa fortota correr como alguien con problemas motrices y vuelve cada San Juan a hacerme bulling o mobbing o algo de eso terminado en -ing chungo. ¿Alguien sabe cuánto vive un bicho de esos? Porque igual la visita a mi casa es ya una especie de rito iniciático para su comunidad... Hace tres días, al subir a casa y darme cuenta -again- de que podría perfectamente hacer mi huerto urbano en los ventanales de mi balcón, me armé de un flis y unos metros de trapines poseída por un espíritu urbanita guerrero. Un segundo más tarde estaba allí La Avispa, más morena y grande. Lo primero -y único- que se me ocurrió, fue lanzarle un poco de flis para ganar tiempo y cerrar los ventanales. Más de media hora se pasó, la muy maldita, amenazándome desde el otro lado del cristal con atravesarlo, jurándomela, besándose las patas y nombrando a su yaya. Si hubiera tenido pulso, hubiera juntado mechero y flis y habría quedado una BBQ resultona para dos. Volvió ayer y ha aparecido, también, esta tarde. Voy a empezar a ahorrar para cuando llegue la factura de la luz, que este aire acondicionado chupa mucho.
Ojeras, tengui. Miedo
Abuso bastante del vibratto, le doy la razón, pero nunca la he visto potar cuando canta el tipo de las despedidas con los amigos de los novios, ni llamar a la urbana con las manifas ni la he escuchado pegarse cabezazos contra la pared cuando pasan los atletas a ritmo de una música tecno que vibran los cristales de todas las casas en 2km a la redonda. Atentos, amigos, ¿tendré una voz prodigiosa?
Nada más que decir, Sr. Juez. He disfrutado mucho de los últimos 20 minutos legales que me quedaban hasta las 22h. Estoy medio afónica, sí, será por La Avispa o porque me he marcado un par de solos que hasta los 300 de la plaza han tirado fuegos artificiales en mi honor.
Alé, a cascarla. Mañana es "vacaciones"!!!
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