lunes, 23 de junio de 2014

LA AVISPA, LOS PETARDOS Y LA VECINA



Tengo la costumbre de mantener las ventanas de mi habitación abiertas durante todo el año, día y noche enteros. Desde que vivo aquí, en este piso que ha acabado siendo mi primer hogar propio, cada previo y post San Juan, tengo que explicar a mis estudiantes que los pelos y las ojeras no son un atrezzo para la celebración sino el resultado patente a esa broma secreta que pasa de generación en generación que consiste en lanzar petardazos cuando la ciudad ya ronca. Chascarrillos familiares y/o broncas vecinales que me hacen replantearme lo de la evolución de Darwin y tal... Me sobran, en días así, varios millones de humanos (a sumar a los habituales, que no convalidan) y es que imagino a esos presuntos adultos dándoles a sus pequeños -la gran mayoría todavía con cara de proyecto de persona con miedo- billetes de 5 euros y un par de mecheros, diciéndoles :"Corre, corre, mete un billetito en una lata vacía, ya verás qué risa!! Y no te quemes, que hasta el año que viene no tenemos para ropa nueva!!¡¡Qué bien se lo pasa el joío!!"



La segunda costumbre veraniega es La Avispa. Sí, en singular. Estoy convencida de que es una, la misma cada puto año, que me pilló la matrícula el primer día que apareció en mi habitación, se descojonó al ver a una tipa fortota correr como alguien con problemas motrices y vuelve cada San Juan a hacerme bulling o mobbing o algo de eso terminado en -ing chungo. ¿Alguien sabe cuánto vive un bicho de esos? Porque igual la visita a mi casa es ya una especie de rito iniciático para su comunidad... Hace tres días, al subir a casa y darme cuenta -again- de que podría perfectamente hacer mi huerto urbano en los ventanales de mi balcón, me armé de un flis y unos metros de trapines poseída por un espíritu urbanita guerrero. Un segundo más tarde estaba allí La Avispa, más morena y grande. Lo primero -y único- que se me ocurrió, fue lanzarle un poco de flis para ganar tiempo y cerrar los ventanales. Más de media hora se pasó, la muy maldita, amenazándome desde el otro lado del cristal con atravesarlo, jurándomela, besándose las patas y nombrando a su yaya. Si hubiera tenido pulso, hubiera juntado mechero y flis y habría quedado una BBQ resultona para dos. Volvió ayer y ha aparecido, también, esta tarde. Voy a empezar a ahorrar para cuando llegue la factura de la luz, que este aire acondicionado chupa mucho.



Ojeras, tengui. Miedo mal contenido, tengui. Para justificar el Triángulo de las Bermudas en el que estoy desapareciendo como ser cabal, debo hablar de la cateta de mi vecina de edificio. Una señora que tiene un pisazo que da a la misma plaza -preciosa, soleada, ventilada- que el mío y que tiene las persianas bajadas desde, como mínimo, hace casi seis años; una mujer que soporta cada sábado -como yo- las despedidas de solter@ que se celebran en nuestra plaza, las manifestaciones puntuales que van a Arco del Triunfo o salen de él, las que van al Ministerio de Defensa de la esquina, las de El Periódico, las de la PAH, los maratones, medio maratones y maratones dobles con salto y triple tirabuzón... pero que, por lo visto, no puede con mi criterio musical. Espera, espera... es que lo estoy pensando y siempre que se pone a aporrear nuestra pared -llámalo pared, llámalo medio folio doblado- estoy yo sola. O sea, que hemos pasado muchas noches aquí escuchando el álbum "Viejuno" y no ha habido problema... Efectivamente, niños, ya lo he pillado. El problema soy yo, vaya, mi voz, vamos, que canto como el culo y la tipa golpea la pared porque no me reconoce por la calle, que si pudiera me dejaría como La Mujer Elefante pero sin dientes ni capacidad oratoria.

Abuso bastante del vibratto, le doy la razón, pero nunca la he visto potar cuando canta el tipo de las despedidas con los amigos de los novios, ni llamar a la urbana con las manifas ni la he escuchado pegarse cabezazos contra la pared cuando pasan los atletas a ritmo de una música tecno que vibran los cristales de todas las casas en 2km a la redonda. Atentos, amigos, ¿tendré una voz prodigiosa?


Nada más que decir, Sr. Juez. He disfrutado mucho de los últimos 20 minutos legales que me quedaban hasta las 22h. Estoy medio afónica, sí, será por La Avispa o porque me he marcado un par de solos que hasta los 300 de la plaza han tirado fuegos artificiales en mi honor.

Alé, a cascarla. Mañana es "vacaciones"!!!

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