jueves, 26 de septiembre de 2013

MI CASA

Cuando nací nadie le dio importancia al dónde.... ya ves, sin pedigree ya de inicio. Sí, sí, en serio, nadie le echó cuentas a que pusiera en el libro de familia que yo había nacido en El Hospitalet de Llobregat y no en El Prat de Llobregat. Formalismos, se les llama a estas chorradas. ¿Qué mierdas importa?, diría el familiar que lo viera (si hubo alguien). Y sin más. Todo el mundo roncando a pierna suelta como si no hubiera un mañana.

Hasta que empecé la universidad, coger el 65 era para mí. y la gran mayoría de pratenses, ir a BARCELONA (en mayúsculas y, probablemente con la boca muy abierta en modo adoración/exclamación)... porque estábamos lejos o muy lejos, a tomar por culo en realidad. Nos sentíamos muy diferentes a los de Barcelona porque... en El Prat los catalanoparlantes eran una minoría escandalosa, porque seguíamos tirando de los grandes éxitos musicales de los papas emigrantes pelín cansinos con no perder sus orígenes, porque teníamos un pueblo al que volver en agosto de vacaciones aunque fuera en teoría, porque la sardana nos sonaba a animal mitológico, porque si nos la pelaba muchísimo lo que pasaba en los alrededores del Dalí (el otro insti que era pijo y estaba en la zona Norte), ni te cuento lo infinito que nos la refanfinflaba lo que sucediera cruzando el río Llobregat. Podría decir que Barcelona nos sonaba a cosa de mayores, a peña estresada que vestía raro y no sonreía por no perder un segundo de atención en papelajos y negocios varios,  tan tan seria y tan tan lejos como Berlín, Amsterdam, Madrid o Nueva York, por ejemplo, pero la verdad es que nunca fue un tema de conversación.  A los barceloneses los veíamos, los intuíamos, los detectábamos como seres sin apodo de un barrio nuevo y modernillo a unas cuantas paradas de bus del nuestro.

En mi casa, en casa de mis amigos, en mi mundo, se hablaba castellano y se chapurreaba el catalán. Un rollo catañol o espalán, lo que quieras. Tuve que cumplir los 18 para empezar a trabajar de cara al público y a estudiar Filología Hispánica para darme cuenta de mis conflictos lingüísticos y de mis pajas mentales. Después de varias cagadas en los dos sentidos me propuse analizar el tema poco a poco, sin prisa, básicamente porque no la había ni la hay, y he llegado a unas conclusiones muy poco concluyentes que se parecen mucho a rumiares lanzados al aire:

- ¿Por qué se toma una fecha para hablar de independencia? Vaya, que se decide la fecha X para conmemorar no sé qué batalla de Z contra G que unos "ganaron" y otros "perdieron"... pero ¿por qué esa y no otra anterior o posterior? ¿quién toma esa decisión? ¿cuándo se tomó? ¿con qué criterios? Soy una ignorante y lo admito, la historia que conozco recorre muuuchos siglos y no capto la operación por la que resultan unos más o menos válidos que otros.

- Cuando yo trabajaba en otra escuela llegó un día un colega con una bicicleta que aparcó en una esquina de la sala de profesores con una sonrisa un punto condescendiente, apelando al tema ecologista. En una semana había cuatro bicis y la circulación era complicada para los sinrueda. Fue algo bonito que pasó de la anécdota individual al conflicto general. No es que el colega no tuviera razones, es que... sus mismas razones multiplicadas x4 superaban y hacían imposible la vida de otros (x10 en número) que no se cerraban en banda a sus pretensiones pero que veían inviable la acción a gran escala. Si todas las comunidades pidieran/exigieran/suplicaran/demandaran independencia, ¿qué pasaría?

- Enlazando a lo anterior. Me repito el mantra aquel que me invadió una noche de loop infinito. "Lo grande está dentro de lo pequeño" Se habla de España y de Cataluña y yo veo sólo kilómetros más o menos. Me parece, seré yo, que si nos ponemos a hablar en términos de cultura, de lengua, de tradiciones y de blablabla... no hay mucha diferencia entre proclamar una Cataluña o un San Cosme independiente. Lo primero a escala europea es muuucho más grande, claro. ¿Quién decide qué es grande y qué es pequeño? ¿Vale la pena acotar espacios? ¿No estábamos en pleno proceso de globalización? ¿Cuándo dejó de molar la globalización? ¿Desde cuándo es muy guay minimizar espacios? ¿Nos conviene a la gente de a pie cualquiera de las opciones bipartidistas? La globalización me parece una waltrapada tan fea como su opuesto. Si alguien pudo pensar que San Cosme no era El Prat y, luego, que El Prat era diferente de Barcelona y, algo más tarde que Barcelona no tenía tantos puntos en común con Cataluña y, después, que Cataluña y España chocaban... ¿cuánto falta para que hablen de España y Europa? ¿Y de Europa y el mundo? ¿Y del mundo y el universo?

- ¿Qué significa independencia? ¿Hablamos, metafóricamente, de un chaval de X años que vive en casa de sus papis y recibe semanada o de un chaval huérfano que maldice cuando recibe, con suerte, ayudas miserables estatales? ¿El huérfano renuncia a su ADN o el ADN se pira porque la sangre pura mola más que ser medio muggle?



Si bien el pà amb tomàquet no ha faltado nunca en mi casa, jamás he bailado una sardana. Hasta hace muy pocos años nunca me había planteado ni mi origen ni mi ser en términos políticos o geográficos...  Me da que, con o sin independencia, todo va de ponerle cara pronto a los ladrones de turno y de buscar cómo sacarse las castañas del fuego y sobrevivir en la Ñ y/o en la NY.

No hay comentarios: