jueves, 1 de agosto de 2013

IAN y lo que sabes



Hace un par o tres de semanas me llamaste "Tita" por primera vez. Perdóname por la imprecisión. Si yo fuera tú, me cabrearía la inexactitud. Yo soy lo que soy en parte por culpa de tu abuelo, que me castigaba leyendo el diccionario, y en parte por mi obsesión innata, por mi tendencia extremista a dominar, nombrar y catalogar cada uno de los momentos en los que he sido consciente de estar aprendiendo algo. Algo importante. Algo grande. Ese tipo de algos con los que, al principio, no sabes muy bien qué hacer porque son taaaan desproporcionados que no te caben dentro hasta que no pasas el nivel de Tetris de la temporada.

Como te decía, Ian, desde hace unos días has incorporado a tu lenguaje la palabra "Tita". Cuando la dijiste sonreías, de hecho, te partías de risa con mi cara de estar flipándolo. También sabes, con año y dos meses no llega, reconocer partes del cuerpo, mover el culo como una negra de Harlem al son de Bob Esponja (a partir del segundo 12 aprox.), decir adiós con la mano, dar besitos y caminar bamboleándote en zonas con suelo arenoso. No está nada mal.

¿Sabes esa sensación de descubrir de pronto que sabes algo que no sabes que sabías? Como el camino a casa. Nadie recuerda aprenderlo pero, sí, te lo sabes y lo repites cada día varias veces sin pararte a pensar en lo importante que es.... porque estamos de acuerdo en que memorizar las calles para llegar a tu casa estaría en el Top5must para no entrar en pánico, por encima de qué color es tu favorito, cuántas canas tienes o qué comiste ayer, incluso supera al cómo me llamo, dónde está mi móvil o cuánto me va a sablear Hacienda. 

Es como cuando llevas varios días durmiendo mal y te duele el cuerpo y te sientes flojísimo y te emocionas con casi nada y te pones el termómetro y estás calentuzo y dices ¡Coño, lo sabía, estoy malo! Y es verdad, aunque haya una parte de mentirijilla que es que sí, lo sabías, pero no del todo, no habías terminado de conectar A con B. Ahí está el tema. 

Sabemos cosas pero nos hacemos los suecos porque, en realidad, no queremos saber, porque no nos va bien ahora admitir esta información, porque estamos perrillos y panzudos, porque nos sentimos místicos y aspiramos a ascender al nirvana y entender además de saber, porque estamos cargaditos de chuminadas que sabemos y que no conducen a nada interesante la mayor parte del tiempo, porque somos unos cobardes y saber, a veces, implica cosas serias tales como movimiento de tierras, aviones sin billete de vuelta, adioses fríos, cambio de planes, "Luke, yo soy tu padre". 




A tus grandes hazañas del mes voy a sumarles las propias, las sólo mías, nada más que mías y que yo solo entiendo.  En estas tres semanas he aprendido muchas cosas… Por ejemplo, sé que:

- ir de boquilla es patético venga de donde venga. Hablo de política. Hablo de robar y hacerse el chulo, sacando pecho y recurriendo al "y tú más" impunemente. Hablo de "Fin de cita" como respuesta/afirmación a todo y para todos. Hablo de lo jodido que me resulta saber que nos gobiernan miserables desalmados y corruptos que están a estas horas inaugurando sus vacaciones de agosto en la playita con la que está cayendo. No se salva ni uno. Ni nosotros.

- me gusta mi vida tal y como es. Se puede mejorar, sí, pero no hace falta que contratemos a nadie para los carteles luminosos, ni pagaremos la publi, ni habrá fiesta de inauguración. La calma me ha llegado sin hacer ruido y no le gustan nada los focos ni los flashes.


¿Que ya te lo había contado antes? Mierda. Joder. ¿Ves lo rápido que olvidamos lo que sabemos? 



Soy muy Dori, nene, te lo confirmo... pero no se me ha olvidado en estas semanas que me llamaste "Tita" y, por el contrario, no podría decirte qué ha dicho ninguno de los estafadores que han desfilado hoy por el Congreso leyendo papelajos que ni entienden. Ameliè Nothomb hablaba en "La metafísica de los tubos" precisamente de esto, de saber palabras, de nombrarlas calibrando lo que significan en ese momento, de usar lo que sabes para algo más que producir sonido. 




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