domingo, 16 de mayo de 2010

NO SE ME QUITA

Persiste.

Sin que haya abierto la boca me llegan todas sus palabras. Y no suenan a broma. Y no tienen casi íes de buen rollo, las que imagino que alimentan a mis caracoles.

Érase una vez una Capeructia Azul a la que se comieron los lobos y los bocinazos que pretendía ignorar. Iba la caperucita a casa de su tía, sí, sí, la tía Roja, según todos la conocían, cuando cruzó una rotonda del bosque en la que se apilaban coches adornados con bufandas y banderas blaugranas y de bocina fácil. En un instante la Caperucita Azul se encontró canturreando himnos culés que poco o nada iban con ella pero que tenían el poder de propulsarla hasta planetas lejanos en los que los locales nacían con un iphone entre las manos y se evadían fácilmente de todo aquel sonido ajeno a sus deseos. En el planeta Iphone 0.1, la niña Azul, -que ni tenía la piel de ese color, ni era sinestésica (aunque le hubiera gustado) ni disponía de dones especiales y superiores a los del resto de los homínidos- .... bueno... la niña Azul.. cantaba.

Eran canciones cutres. Abusaba del falsete y tenía un oído pésimo tanto para el ritmo como para la melodía. La Caperucita Azul disponía de unos buenos aparatos auditivos de adquisición natural pero, aún y así, no sabía hacer uso de ellos y, lo que es peor, tampoco le importaba dado que no tenía sentido de la vergüenza ni del ridículo en lo más mínimo, según decía.

Resultó ser no del todo cierto su pensamiento, su amor propio.... Resultó que, de la nada, surgió una voz oculta que la animaba a hacer todo cuanto fuese necesario con tal de que reinara la armonía y la paz... y para eso, la Caperucita Azul tuvo que desgañitarse y dejarlo todo en manos de su cabreo, de su rencor y de su pronto con el fin de que se equilibrara la balanza y no perdiera ni ganara nadie o perdieran y ganaran todos.

Este cuento no necesita de nadie que explique su final. Todos sabemos que la Caperucita Azul sobrevivió por arte de magia y que el mundo sigue igual que desde entonces....

Aún así no se me quita el mal rollo... Aún así no me dormiré tranquila hoy.... Eso sí, seguro, estaré menos nerviosa que cuando oí la historia por primera vez...¡¡ Ya sé que viene el lobo !! Ya sólo falta que aparezca el leñador....

No se me quita de la cabeza que, a mí, las camisas de cuadros, me han gustado, desde siempre, poco... No se me quita de la cabeza que a mí me han tirado mucho más las horizontales... Y de ahí que pueda ser que yo no sea ninguna Caperucita, que por eso no necesite de abuela, que me baste yo con mi cláxon estúpido en esta noche, que esta historia no tenga un final conocido.

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