viernes, 22 de septiembre de 2017

CHARNEGA

Esta es la segunda noche de cacerolada. Hoy han sido 10 minutos menos que ayer, o sea, 20. Sin helicópteros por el momento. Salgo al balcón y hago recuento general de mi panorámica:

- Banderas: cuento aproximadamente 140 balcones y unas 20 banderas a favor del referéndum pero no explícitas respecto a su voto a favor o en contra de la independencia.

- Cacerolistas: 60-70%. Ya no hay sol y cuesta distinguir entre los que observan curiosos y los que participan. Igual es porque se me dan fatal las mates, igual es que la gente alarga el piti sintiendo la rauxa pero no quiere significarse, lo mismo es que se van turnando para sostener las ollas... En mi edificio sólo hay dos golpeando sartenes (2/10) pero nos encontramos, observamos y saludamos todos haciendo balconing catalán. Aquí convivimos en buena armonía ingleses, norteamericanos, argentinos, chilenos, tarraconenses, valencianos, pratenses, granadinos... Cada cual con sus cosas, todos con espíritu de vecindad siempre.

La última vez que yo recuerdo ver expresando un malestar general tan enorme, pasamos de las ollas a las manifestaciones silenciosas. Cubiertos y gargantas mudas plantando cara a los múltiples interrogantes: ¿Quién nos pregunta? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Quién nos escucha? ¿Cómo se nos interpreta? La conclusión que yo saqué de todo aquello fue que, para los poderosos de aquí y de allí, acabamos siendo como adolescentes que nadie toma en serio, digan lo que digan, PUTOS MOCOSOS. Me da en la nariz que se está jugando, otra vez, una partida de Risk privada. Me huele a que pringamos, otra vez, los de siempre. Da igual quien "gane", los ciudadanos de a pie venimos perdidos de casa. Leyendo y viendo las intervenciones de algunos políticos los últimos días, me da pavor pensar en el futuro. Entre la mayoría de ellos se guardan las espaldas y hacen juramentos de meñique sin pensar en ninguno de nosotros ni por un segundo.

La situación, en mi ignorante opinión, se resume en un cutre: ¿A quién quieres más, a mamá o a papá? ¿No estamos de acuerdo en que es una pregunta de mierda? ¿No es evidente que no saldrá nada bueno de un interrogante gigante que se pretende resolver con la elección simplista de A o B a mano alzada? ¿Quién cojones está a cargo de lanzar esas cuestiones tan mal planteadas a la comunidad? ¿Qué putos baremos piensan seguir unos y otros para calibrar las respuestas? ¿Es una puta broma? No sé, no sé, no sé, no sé... SÍ. Tiene que ser una puta broma de esas que luego te ríes un montón.

La que escribe nació en El Prat de Llobregat y se siente al 50% ciudadana del barrio de Sant Jordi y de Tetuán. Decidir entre catalanismo y españolismo me parece igual que meterme a comprar ropa en el Aliexpress: ininteligible y un gasto estúpido para mi bolsillo raído. Los nacionalismos son, para mí, básicamente una entelequia inútil porque nacer en un lugar X o a miles de kilómetros de lo que consideras tu hogar es una mera cuestión de azar. Entiendo, eso sí, que la idea reduccionista de las fronteras nos hace más gobernables. Las ovejas, de por sí, somos atractivas. Un lobo de vez en cuando y ya las tienes en vereda. Más ovejas, más lobos. Muchos lobos, pocas ovejas enteras. Y ahí estamos, descarriadas todas huyendo de los lobos de un y otro lado.






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