jueves, 4 de junio de 2015

ALFARERA



En el quicio de la puerta que da a mi dormitorio me he encontrado con algo así y con un bichejo con alas y mucho zzzzmmmmzzzmmmzz medio saliendo de él. Internet dice que se trataba de una avispa alfarera que había construido dos nidos y que trataba de dejar alimentadas a sus crías. Elisa ha pulverizado los nidos a base de escobazos  y he recogido cerca de mi colchón algo de barro, los cadáveres de unas 7 arañas y NINGUNO de avispa. Ni un cachito, ni una patita. NADA. La fobia me ha hecho meticulosa.


He hablado con mi padre, claro, y me ha contado que esos insectos no son agresivos (internet lo confirma) y que sin sol no vuelan ni trepan ni se mueven (ahí ya hay desacuerdo en Yahoo Respuestas y es Forocoches). Mi padre ha insistido también en que una picadura de avispa no es tan grave y en que si el tema fuera mínimamente peligroso sería el primero en decirme que abandonara mi casa. Antes de colgar me ha pedido, eso sí, que no me fuera a dormir antes de que desapareciera el pestuzo a flis matabichos con el que hemos rociado cada parte de mi habitación. Yo sé que mi padre me quiere. Creo que no soporta verme frágil y por eso se enfaduquea al otro lado del teléfono cuando le digo que no podré hacerlo, que no seré capaz de dormir en mi cama, que me aterra la idea de ese bicho zumbándome cerca.

Uno de mis primeros recuerdos es ver a mi padre y a alguien más atravesando al galope un quicio sin puerta ni pared en un terreno yermo custodiado, por lo visto, por unas avispas de tierra. Yo podría haber sido la Forrest Gump española de la época. Estábamos en Cádiz, en casa de mi bisabuela, y yo corrí mucho mucho mucho y no me picaron. Me pasé un ratín viendo cómo mi bisabuela embadurnaba a mi padre con una receta casera secreta para las picaduras de avispas putas. Recuerdo sus manos, la piel hinchada y, sobre todo, el olor a vinagre.




Cuando era pequeña mi padre cazaba avispas para mí. Les quitaba las alas y el aguijón y me las ponía cerca para que se me pasara el miedo. No funcionó. La fobia sigue ahí... sólo que ahora ya no puedo salir corriendo, cerrar bien los ojos, ni aguantar la respiración y lanzarme a la piscina, charca o manguera que tenga más a mano para salvarme. He puesto dos lavadoras y he barrido y fregado toda la habitación. Ni rastro de la avispa de los cojones. Eso es lo que más miedo me da, que aparecerá cuando menos me lo espere, a traición, a pillar, la muy hija de puta. ¿Dormir? Quizás. Mi balcón es muy pequeño (o yo soy muy grande) para pasar la noche ahí. Se me ocurre dormir en el sofá, en las butacas del salón, en la bañera o, ya extremadamente patética toda yo, pedir asilo a alguno de mis amigos.




Este post me ha llevado unas cuatro horas. La conclusión de todo el proceso es esta:

Tengo pánico a las cucarachas, a las avispas y a los tiburones. Creo que a mi padre le podría demostrar que suelo ser valiente. Con los tres bichos que he mencionado antes no veo un posible entendimiento así que esta noche pernoctaré en el sofá y me pondré en marcha tan pronto como salga el sol para evitar encontrarme a la avispa alfarera que ha decidido okupar mi habitación.No sé si me duele más la idea de que me muerda una avispa o la de que mi padre piense que soy una cobarde de mierda.



Venga, majos, andad por lo segado que yo vigilo esta noche.




No hay comentarios: