domingo, 7 de septiembre de 2014

Panzarriba



La llamaban Panzarriba, de nombre Gata.

Acostumbraba a ser un animal afable, se podría decir -de cerca- que era casi un bicho cariñoso. La mayor parte del tiempo se dejaba pasar la mano por el lomo, disfrutaba rozándose entre las pantorrillas del típico grupo de amigos sentados a la mesa y bufaba, a veces, flojito, cuando alguien pretendía que se quedara demasiado tiempo en su regazo ronroneando.


Gata Panzarriba adoraba jugar y, todavía más, la idea ética del juego. Lo del fair play lo entendió como te enseña un buen zapatillazo de tu madre el día en el que, por fin, descubrió que la lucecita roja a la que perseguía provenía de una maquinita endiablada oculta en una mano y, claro, entonces ya dejó de hacerle gracia la puta pantomima.


La Gata Panzarriba entendió pronto que "Incondicional" era una canción pasable y poco más. Necesitó, eso sí, muchas de sus vidas para acabar considerando como muy probable que otros se contaran veinte cuando movía con el rabo su alfil.







La llamaban Gata Panzarriba porque cuando se caía, se defendía con uñas y dientes... y porque era torpe -tirando a muy muy torpe- y se caía mucho más que la media estatal.

Panzarriba se lame las zarpas después de una refriega. Pasa una vez y otra la lengua por sus uñas rotas porque no alcanza a salivarse lo que le duele, se acicala las orejas magulladas, comprueba que tiene los colmillos afilados, en su sitio, y hace mentalmente una lista detallada en la que quedan rigurosamente anotados los ovillos del lugar y sus propietarios.

Se mesa los bigotes mientras mete peones y fichas azules en una misma cajita.



jueves, 4 de septiembre de 2014

OFF YOU



Uno dice isla y empieza a salivar, ¿no? Yo imagino un espacio reducido, cómodo para recorrer a pie, donde todo el mundo (los cuatro gatos del lugar) se saludan educadamente como poco, con un ritmo adecuado y asequible, en el que hay millones de cosas por descubrir si las miras de cerca, por el que vale la pena haber dejado atrás el ruido, el dinero, la fama, los postureos..

A la isla me llevaría un cuaderno, un boli y alguna foto. Observaría un poco el mar (transparente, calmado, sin piedras en el fondo ni sombras visibles) desde la orilla y, supongo, que recorrería la costa hasta sentir cansancio, sin preocuparme por buscar agua potable hasta algo más tarde. Entraría en una selva amable, sin mucho jolgorio ni mucha historia, y cruzaría un riachuelo casi ridículo que me daría miedo solo si me parase a pensarlo antes de meter el pie en el agua. Caminaría sin mucha preocupación y, claro, cogería la llave y la copa. Mi llave es grandota y está oxidada, me mola. La copa es de madera, está algo destartalada y llena de tierra... la lavaré y veré si puedo usarla para beber... igual con un poco de resina de los árboles puedo hacer una ñapa interesante. Me las llevo, eso seguro, puestos en lo peor pueden ser elementos decorativos artificiales que me saquen de este medio natural asalvajado. Llego a un claro entre la fauna... ni grande ni pequeño, iluminado, está claro, lo de aprender a hacer fuego fue lo primero que investigué al iniciar esta aventura. Encuentro en mi  paseo el segundo día una cabaña básica. Chafardeo por las ventanas y veo que tiene lo justo para vivir así que entro y recoloco el mobiliario mínimo existente, limpio los dos platos desconchados, trasteo con la chimenea -extraña en un clima tropical-, les quito el polvo a los libros de la estantería, abro cajones, pongo al sol el colchón para quitarle humedad, inspecciono la cocina... Me urge inspeccionar la zona, buscar algo de comida, resituarme en este espacio, hacerlo mío, por lo menos de momento. No tengo miedo de encontrarme con nadie, ni esperanza. Quizá en una semana esté viendo barcos en las nubes del horizonte pero, a día de hoy, la idea de estar sin ninguna persona más me gusta bastante. El resto de habitantes de esta isla y yo nos olemos pero no siento peligro ni acritud hacia mí. Me da curiosidad verles la cara, conocerlos, ponerles ojos, darles un nombre... No hay prisa. Aquí hemos venido para pasar un buen rato. Ya iremos viendo.







I've laid on this island sun a 1,000 times,
I'm on it, but I'm going strange.

Off YouThe Breeders