lunes, 27 de enero de 2014

IAN en construcción


Me da en la nariz que, cada vez que te veo, tienes los andamios más altos, nene. Será el rastro enoooorme de piezas (letras a, b y c, y números 1, 2 y 3), coches, motos, tractores y furgonetas que esparces a tu ritmo o que vocalizas cada vez un poquito más, que pronuncias mejor (¿qué tal los colmillos?), que usas palabras "nuevas" (y pongo las comillas en "nuevas" pero en realidad quiero decir neologismos, vocablos que te inventas intentando copiar los que recibes, que has interiorizado y que repites como un loro con diferente entonación)... Bah, Cachalote, qué más da. Lo que importa es que la obra va muy muy bien y ni me importa el ruido ni el polvo ni los semáforos variables.

Tres semanas sin verte. Llego a tu casa y me recibes a gritos de "Tita-tita-tita-titaaaaa", abrazándome, como si llegaran los Reyes. Que no tienes conciencia del tiempo, está claro. Tu padre, que es muy buena gente y muy familiar, se lamenta porque nos vamos los tres a comer a casa de tu yaya Joaquina y él vuelve al trabajo. Me miras a mí, miras a tu padre, te cabreas, lloriqueas, pataleas... te lo explicamos los tres, con diferentes palabras y diferentes tonos pero no tienes claro quién se queda y quién se va = berrinche en el ascensor (que debería verse acompañado de música tétrica... Tá-TÁ- TAAAANNNNN- BERRINCHE EN EL ASCENSOOOOOR, con letras góticas, o diseño deslizándose a la parte inferior, casi goteando, Nosferatu, de pánico atemporal). Se te pone la cara de "A mí, esto me lo han cambiado" multiplicada por mil en indignación.

En casa de tu yaya, mi madre, quiero disfrutarte y observarte... y la balanza se va a la mierda porque no se puede estar en todo a la vez, niño, que ya nos lo han dicho mil veces, no?

Me gusta: cómo gritas "Yaaaayaaaaaaaaaaaaaaa", contentísimo porque reconoces el portal y has pillado partes de la conversación; que me abraces al llegar como si me hubieras visto ayer; la manera que tienes de relacionarte con tus padres -cómo los miras, cómo reclamas sus brazos, cómo los entiendes-, que te carcajees, que te partas de risa, que bromees...;que te escondas riéndote, que comas aplaudiéndote consciente de la hazaña a cada bocado, que me enseñes con paciencia todos tus muñecos.



No me gusta: que patalees porque tu madre, mi hermana, te pide que lleves tu chaqueta a su sitio, que tengas tantos cojones y tan mal puestos, o sea, que te cabrees y te obceques en tonterías tales como ponerte el cinturón de seguridad del carrito, guardar tus juguetes o no tocar todo lo que está al alcance de tus manos y que sabes que no debes tocar por más que no lo entiendas. Me jode que te putees tanto que me des la espalda y prefieras lloriquear contra la pared, que pretendas manipular a tu yaya, que no veas la diferencia entre hacer el loco y ser un kamikaze -no es igual girar sobre uno mismo que lanzarse con la cabeza por delante contra el pico de la mesa.. te lo dice una experta-, que te cierres en banda a comer X  como me pasó a mí, en su día, con las lentejas, con la excusa patillera de que se te hace bola, sin pensar.


Me flipa: cómo categorizas el mundo según tu filosofía VA / NO VA -... ya hubiera querido Sócrates, nene-, la facilidad que tienes para arrancarte y mover el culo con una melodía peregrina, la manera en la que nos observas interactuar a veces -como sabiendo-, que tengas tan claro el esfuerzo básico que busca obtener la recompensa inmediata adecuada -el beso o la risa-, que sepas, tan minúsculo cómo eres, jugar con los gestos, las sonrisas picaronas, las carotas de malo, que tengas idea de la estética -te analizas en el espejo como si hubieras visto millones de revistas de moda, con criterio-, que seas tan confiado conmigo y te dejes caer todo tú en cualquier parte de mi anatomía sin más, que identifiques uno por uno a todos -incluso a los que ya no están- en las fotos familiares, que retengas en la memoria que la Guagua (la Xena) es la culpable de que tu camión esté mordido, tu querencia por el contacto físico exacto.. o sea, sentarte o tumbarte encima de quien te da buen rollo, que siendo tan diminuto seas capaz de percibir el dolor así, como aumentado, como a 500% PDF y reclamarlo con todas tus fuerzas, tensando incluso tus musculitos.


Se me cae la baba -tanto que me planteo cambiar mi lugar de residencia- cuando te ponen el manos libre y sólo se te oye a ti, por encima de todas las voces, llamándome, como reclamándome. Me partes el alma cuando te pones en plan cocodrilo porque te niego algo, tipo abrir armarios y cotillear ese mundo oculto, toquetear los móviles o los mandos de las teles... pequeñeces que te provocan lagrimones como puños.


Cada vez que voy a verte, Ian, le saco punta a mis lápices. Estás en construcción y yo puedo ser la que decida cómo de grandes son tus ventanas. Toda la pared acristalada, que entre la luz -diría yo- ...pero ya vamos viendo, nene, que vamos bien de tiempo y, aún más importante, lo estamos usando de puta madre.

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