domingo, 13 de noviembre de 2011

PLACERes



Grandes o pequeños. El tamaño importa. La cantidad y la calidad también pesan en la balanza.



De los grandes tengo como nostalgia o morriña. Ha sido este un año de calores y sequedad, lluvia a destiempo, frío que avisa, poca presencia. Ni un solo rovellón entre mis manos. Me he conformado con las camagrogues secas que me dio mi padre. Algo es algo.


De entre los grandes placeres me están apeteciendo los que no deben ser nombrados. El otro día alguien decía que debíamos centrarnos en la pregunta "¿Qué hay antes de la muerte?". Apurando un poco más, cambio el tiempo y lo sustituyo por un qué debería haber o qué querrías tú que hubiera. En mi respuesta figuran todos los grandes placeres de mi vida repetidos millones de veces, día tras día, pero sin cansar ni aburrir.



Como casi todo lo pequeño, los minúsculos placeres cotidianos dan esperanza, vidilla. A base de sumarlos (uno tras otro, en fila india) te llenan el estómago y parece que has comido. Una infusión calentita en el balcón, leer una frase bien escrita, notar que te va grande un pantalón, ver una peli sin hacer caso a los subtítulos, pasar un tiempo a solas sin abrir la boca ni fingir, un fin de semana desnuda sin a penas salir de la cama, caminar por la playa desierta sin paraguas aunque llueva, ver una foto de un "bicho" que pronto tendrá nombre y llevará tu sangre, comer cuando te rugen las tripas, dormir sin atender al reloj ni antes ni después, el olor de la ropa limpia secándose, salir de la ducha y meterte en la cama otra vez, apagar el móvil, reírte con una peli mala mala malísima sin que nadie se escandalice, cantar a grito pelado cualquiera de Manolo García o de Love of Lesbian, encontrar dinero en el bolsillo de un pantalón, preparar una buena comida de esas de ratazo entre cacerolas, ponerte crema hidratante y olerte y tocarte después...



Ahora mismo la diferencia entre grande o pequeño está en el número de personas que lo disfrutan. Pluraliza todos los pequeños placeres, multiplícalos por dos o más y, voilá, se vuelve enorme... ¿Y si hay otro que también lo flipa? Imagínate, ver al Jordi Évole y comentar la jugada, que la cama siga caliente cuando vuelves mojada de la ducha, otro tenedor luchando por el pequeño placer de esa comida, que te traigan el té donde quiera que estés... ¿te imaginas?



Placer es placer, es placer, es placer, es placer, es placer, es placer, es placer, es placer, es placer, es placer, es placer, es placer, es placer, es...



¿Cuántos pequeños pesan lo que uno grande? Estamos en ello. No se me dan bien las matemáticas. Aviso.

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