jueves, 30 de septiembre de 2010

EL HOMBRE INTRANQUILO



EL CALMA SUTRA

- Buenos días.
- Habla por ti, capullo.

Los separados y los adúlteros creen de verdad que dejar mujer e hijos y largarse a vivir con una jovencita valdrá la pena por el sexo vikingo y la introducción violenta de cosas nuevas en otras cosas nuevas que nunca habían sufrido introducciones, pero no es así. En primer lugar, porque hay un número infinito de cosas que se pueden hacer cuando se practica el sexo. En un libro de los setenta que tengo por razones humorísticas, que se llama Love position, sale una pareja kamasutreando en ciento cincuenta posturas (en las fotos van en calzoncillos y bragas; de ahí el tema humorístico), pero hasta un idiota vería que lo que hacen es siempre lo mismo. El zig-zig, como decía mi difunta abuela. El zig-zig en ciento cincuenta posturas diferentes, pero siempre el viejo zig-zig, con el viejo resultado de siempre: diez minutos (siendo optimistas) de ruidos y gemidos y sudor y ferum y excreciones mucosas y blanquecinas y asquerosas, las mires como las mires.
Es por eso que tengo esos ataques de risa delirante cuando leo en novelas cursis frases del estilo: "Te haré cosas que nunca te ha hecho nadie", y el destinatario de las cosas va y se lo cree, el muy infeliz. Quizá imaginando, lleno de expectativas y curiosidad, que lo que le propone aquel pendón desorejado es transmutación de cuerpos, levitación, meterse animales marinos en el culo, viajes en el tiempo, coger la forma de los felinos de la sabana o de anfibios deslizantes. Y, finalmente, resulta lo que siempre es: el viejo chupa-mete-empuja-sale con ocasionales abofetea-pellizca-muerde.

- ¿Cómo? ¿A qué viene eso? -digo, incorporándome en la cama, la cara inflada y amarillenta como un colchón de playa.
- Viene a cuento de lo que haces por las noches, cabrón -responde mi mujer, dándome la espalda y sacando una pierna pecosa de debajo de la sábana para dejar el pie fuera. Cuando saca el pie mueve los dedos inadvertidamente, como despertándolos, como si se preparara para tocar el piano al estilo Jerry Lee Lewis.

No; el sexo, después de todo, no es lo que decide si puedes vivir con una mujer. Los factores que de verdad cuentan para llegar a convivir quince años con alguien son éstos:

a) Compatibilidad térmica (creo que eso ya lo dijo alguien en una novlea; en cualquier caso, es verdad).
b) Acoplamiento adormecedor (o, como lo llama un inglés amigo mío: El Calma Sutra)
c) Buen humor por las mañanas.
d) Gusto cinematográficomusical.
e) Afición culinarioalcohólica.

Y esta mañana, la deflagración que está machacando la c) viene por haber infringido levemente la a) y a b). Porque yo, cuando duermo, me muevo y me sacudo y bailo y giro y vuelvo, variando de postura constantemente, prisionero de unos nervios que no deben descansar ni siquiera cuando mi cerebro se para. Tengo seis posiciones básicas:

1) Esvástica (boca arriba, manos y brazos en esvástica, todo el perfil corporal de señal del III Reich).
2) Sexto piso (boca abajo, brazos y piernas desmadejados como si me hubiesen tirado desde un ático y estuviera machacado en el asfalto).
3) Feto (de lado, recargolat sobre mí mismo, las manos retorcidas sobre el pecho como un bebé nonato o un marsupial pequeño).
4) Crucifixión (boca arriba, brazos abiertos, una mano en la cara de la pareja, piernas juntas).
5) Abrazo primordial (de lado, adherido a la pareja, manos en su barriga, piernas simétricas a las suyas, rascando repetidamente la planta de sus pies con las uñas de los míos).
6) Ramsés (boca arriba, una o dos manos en el pecho, postura mortuoria egipcia).

Una noche agitada como la de hoy podría resumirse con esta secuencia:

Esvástica + Feto derecha + Feto izquierda + Abrazo primordial + Doble Ramsés + Sexto piso con manillas + Feto derecha + Crucifixión + Ramsés simple

En cambio, la Naranja, mi mujer cromática e inframelaninosa, sólo tiene una postura: pie fuera, creando un kebab-saco de sábana en su espalda, enbalsamándome a mí en el proceso. Lo que, en el idioma familiar, llamamos abotifarramiento (ejemplo conversacional práctico: "Hey, prostituta barata, esta noche me has abotifarrado todo el rato")

- ¿Y tú qué, gorda? -contesto meándome encima del poquito de c) (buen humor mañanero), que todavía era virgen y pura-. Tú me has abotifarrado todo el rato, prostituta barata y hepatítica.

- Tenía calor, mongo -contesta únicamente, con voz sorda. Porque ahora tiene la cabeza bajo la sábana.

- ¡Pues destápate del todo, subnormal! -grito, cerrando los puños delante de mi pecho como un Mazinger semivencido- ¡Estamos a treinta y cinco grados! ¿Cómo puede ser que te haga falta la sábana?

- Tenía frío.

- ¿Frío en el tronco, calor en un pie? ¿Las partes de tu cuerpo están a diferentes temperaturas?¿Qué eres, el monstruo de Frankestein? ¿Estás hecha de las partes muertas de otra peña?

- Aha.

Este es un precioso ejemplo de nuestro pattern de discusión. Ella, calmada y letal, como la Garbo de Ninotchka, como la Marlene Dietrich de Testimonio de cargo. Yo, histérico, ictérico, epiléptico y ridículo como el Diablo de Tasmania de los dibujos animados (en feo). Centrifugándome a mí mismo y destrozándolo todo a mi paso.

- Como el puto monstruo de Frankestein -repito, por si acaso se hace el milagro y se enfada. Pero la Naranja ni se digna a contestarme, ahí, bajo la sábana, calmada y letal como un escorpión herido.






Gracias a Kiko Amat por el nuevo libro "L´home intranquil" y a Elisa, que me lo ha regalado. Perdón a los dos por la traducción simultánea (=neologismos y adaptaciones varias) del articulillo que más risa me ha hecho en muuucho tiempo.

lunes, 27 de septiembre de 2010

BARRIGUITAS



El en google cuando buscas barriguitas de famosa te salen fotos de famosas preñadas, de barbies sin preñar y de otras muñecas y juguetes. Todo está relacionado. Es evidente. Pero, ¿por qué? Otro misterio de la humanidad.

Mis muñecas de infancia, las Barriguitas, y yo nos hemos metamorfoseado pero a la inversa. No tengo ganas de explicar por qué opino de este modo. Lo que sí quiero decir es que nunca he acabado de entender el diminutivo de su nombre. ¿Será en plan cariñoso? Quién sabe. Tampoco entiendo la oscura y malévola relación que existe entre los creadores de juguetes y los gurús de nuestra sociedad.

Ya que desde las seis de la mañana estoy intentando ser buena chica y no enfadarme, no escribiré lo que opino de ninguno de ellos, ni de mi barriguita de los cojones. Ay, mierda, había prometido no decir palabrotas. Joder.

Os dejo una foto de la barriguita azul. Da miedo. Dicen que si la miras fijamente un tiempo se te aparece en plástico y hierro.

Vale. Adiós.

viernes, 17 de septiembre de 2010

LA PRISA Y LA IMPORTANCIA

El resultado de un día de mierda es este: teclear al mismo tiempo que los minutos se me van a la espera de un otro. Y es jodido lo del otro, porque esperarlo -para mí- significa que está más cerca de mí de lo que pudiera suponerse y, a mi pesar, tan lejos que su ausencia me mantiene aquí, con la sartén por el mango pero con hambre.

Cuando uno alterna varias semanas de cinco horas de sueño diarias de promedio.. se extremiza. Le vienen o las prisas o las dudas o los cabreos o las neuras o los renconres o los pesimismos multiplicados por ocho al revés... Y, claro, desde el descanso otro puede catalogar y clasificar y tal pero... desde dentro uno sabe que tiene la razón, y no hay duda.

La importancia que se le da a una situación se puede medir mediante los índices de puteo que puede alcanzar un ser... Igual que con el umbral del dolor, los topes no están definidos y varían según el humanoide, la prediposición, la rumorología o la cuota de abonados colaboradores en tal empresa así como el número de acciones que posee cada cual en la misma.

Las prisas no son buenas -en eso coincidimos casi todos- pero deberíamos diferenciar entre los que odian ir con prisa y los que la necesitan para sentirse vivos. Yo las odio. Especialmente después de un día de mierda. Para ser honestos, fusilaria en este mismo instante a todo aquel que me estresa, estresara o hubiera estresado.

La importancia y la prisa van muchas veces unidas, ¿por qué? Ni idea. Si para mí lo más importante en este instante es estar en modo relax, ¿por qué cojones me entra el nervio al ver que pasan las horas y que no estoy como deseaba? Adivino que, en mi caso particular, está relacionado en que la importancia la demuestro yo y la prisa me viene de otros -o eso me parece-.

La putada es que yo tengo ganas de dormir y me imagino que tú vienes con ganas de fiesta -ya me llamo yo ilusa, que viniendo de desconocidos es demasiado hiriente-. Si yo fuera tú, no vendría. Si yo fuera tú, dejaría claras las prioridades. Si yo fuera tú, me daría prisa en llegar hasta aquí.

Hoy me puede lo segundo.