domingo, 29 de agosto de 2010

INTERROGANTES ABIERTOS

Los días laborables cuento 3 personas en 3 bancos durmiendo, en la misma calle, uno detrás de otro. En unas horas volveré a asegurarme de que en cada calle hay 4 bancos y que sólo uno de ellos está libre a estas horas. Durante el día, no importa la hora, los bancos se llenan de guiris deshidratados que se amorran a su botellita de 33 centilitros por 1 euro, cámara fuera de la funda, sonrisa falsa puestísima, como famosos en una alfombra roja.

¿De dónde salen las cucarachas? Nunca las he visto paseando por la calle. Acostumbran a estar en los portales de las casas, como si hubieran intentado salir porque en esos edificios antiguos, ya se sabe, se achicharra uno de calor y apetece salir a tomar la fresca. Ellas y las abuelas octogenarias son las vecinas silenciosas, esas que te asustan cuando aparecen de la nada al enfilar la escalera hacia el primer rellano a horarios inverosímiles para cualquiera con una vida "decente". ¿Existe una ley urbanísitca por la que se les tiene que construir en cualquier finca un lugar sólo para su uso y disfrute? Me lo pregunto porque nunca he visto de cerca a las cucarachas... Tiendo a salir corriendo...

Acabo de pensar en lo estúpido de mis deducciones. Por la misma regla de tres uno podría imaginar que sólo pasean de noche, o que tienen fobia a la luz y por eso nunca les he visto los ojos, o que son muy tímidas, o que trabajan todas ellas en discotecas y antros nocturnos y por eso sólo es posible murmurar un pésame poco sentido -la verdad- al evitar pisotearlas por las mañanas, bien temprano, cuando empieza la gente a trabajar y ha pasado poco desde que ellas se han retirado de su garito y han enfilado hacia casa... y ahí te dan los buenos días sin palabras -¿carecen de aparato fonador?-, con las panzas arriba y las patas inmóviles -¿por la timidez que las paraliza?-, sin ojos -¿por la fotofobia?- desde cualquier esquina -habría que estudiarlo a fondo pero creo que tienen pasión por los rincones-.

Cada día que pasa me dan menos miedo y eso que no han hecho nada para evitarlo...ni han sonreído, ni he visto en sus caras sufrimiento y petición de ayuda, ni me han dirigido la palabra... pero ya puedo pasar a su lado sin alterarme en exceso siempre y cuando ellas no muevan ni una pestaña. Lo próximo roza la osadía y consiste en meterles un pisotón bueno de esos que hacen chof sólo una vez -habrá que esperar a la moda de otoño, botas y no sandalias-.

Se acaba el verano, ¿no? Esta noche ya no hacía falta poner el aire acondicionado y, aún así, tuve que tirar de la sábana.

domingo, 15 de agosto de 2010

CADA CUAL A LO SUYO

Siempre he preferido a aquellos tipos que saben bastante bien hacia dónde van y que tienen unas bases establecidas que siguen sin esfuerzo alguno, como si les saliera de modo natural. Nunca me gustó la gente que va a la deriva, que se deja llevar, que se acerca al sol que más calienta.. sin entrar en conflicto consigo mismo. Hay que tener un poquito de sentido, un mínimo de conciencia por más que se esté perdido, es lo que nos diferencia de los animales que no tienen sentido del saber estar ni orgullo.


Fantasmas, mierdas, traumas, cargamos todos a nuestras espaldas. La historia estaría en no perder de vista el horizonte, en seguir remando, aunque sea a solas.

Entre perder el culo o tener prioridades hay más de una diferencia.

lunes, 9 de agosto de 2010

MOLESKINE

"Actualmente ya no vivo en Pekín ni tengo caballo. He sustituido Pekín por el papel y el caballo por la tinta. Mi heroísmo se ha vuelta subterráneo.
Siempre fui consciente de que la edad adulta no contaba: a partir de la pubertad, la existencia es sólo un epílogo.
En Pekín, mi vida tenía una importancia capital. La humanidad me necesitaba.
De hecho, era explorador y estábamos en guerra.
Nuestro ejército había hallado una nueva forma de agresión contra el enemigo.
Todas las mañanas, las autoridades chinas acudían a entregar yogures naturales a los habitantes del gueto. Depositaban ante la puerta de cada apartamente una pequeña caja de yogures individuales, envasados en recipientes de vidrio tapados con un insignificante papel. El blanco y lácteo producto estaba coronado por una capa de cuajo amarillento.
Al alba, un comando de soldados varones acudía ante las puertas de los apartamentos germanoorientales, levantaba las tapas, engullía la capa de cuajo y la sustituían por una dosis equivalente de un líquido de idéntico color abastecido por su organismo. Luego volvían a poner las tapas, se marchaban con la música a otra parte y si te he visto, no me acuerdo.
Nunca supimos si nuestras víctimas tomaban sus yogures. Todo induce a pensar que sí, ya que no hubo ninguna queja. Aquellos productos lácteos chinos eran tan ácidos que algunos sabores extraños podían pasar perfectamente desapercibidos.
La ignominia de la maniobra nos hacía eructar de éxtasis. Nos repetíamos cuán inmundos éramos. Era grandioso.


Los niños de Alemania del Este eran contundentes, valientes y fuertes. También disfrutaban moliéndonos a palos. Pero aquel tipo de hostilidades nos parecía ridículo comparado con nuestros crímenes.
Nosotros éramos unos cabrones de mucho cuidado. La suma de músculos de nuestro ejército era ridícula comparada con la del ejército enemigo, aunque ellos eran menos, pero nosotros éramos peores.
Cuando uno de nosotros caía en manos de los alemanes orientales, era puesto en libertad una hora más tarde, cubierto de chichones y moratones.
Cuando se producía el proceso inverso, en cambio, el enemigo se enteraba de lo que valía un peine."

"El sabotaje amoroso", Amélie Nothomb, pág. 33, 34, 35. Editorial Anagrama.

NO ME FUI MUY LEJOS

No me fui muy lejos. Ni siquiera llegué a cruzar la calle. Me quedé mirando el semáforo y poco más.

No di el paso, no lo he dado, que necesitaba para volver a tener voz. Ni tan sólo corté el cordón umbilical. Me reventé nadando y poco más.

No conseguí la vida que me convenía. Ni por los pelos llegué a tener un momento hamaca de los que recuerdas cuando eres viejo al lado de otra persona sonriendo. Me imaginé mil veces volando pero parece que tengo genes de Ícaro y poco más.

No me pronuncié demasiado en estos meses. No vomité todo lo que quería, no repartí collejas a diestro y siniestro como se requería, no alcancé a X ni a Y ni a Z, no estuve al nivel que me exigía -y me exijo-, no conseguí hacer encaje de bolillos ni una bufanda decente. Me compré las agujas del número 5, la lana azulísima para el invierno y poco más. No sé dónde comprar las ganas de ponerme.

No se me olvidó ni un detalle. No pude dejar la complicación atrás, volverme simple y sabia. Quise deshacer el camino hasta llegar al punto donde nos perdimos pero cada cual andaba a lo suyo, sobrevivía, se cabreaba y poco más. No fui capaz de encontrar (me y te) y entré en un bucle al infinito tan largo como la expansión del universo.

El Pretérito Indefinido fue ayer. Mañana lo cambio todo. Mañana te llamo. Mañana me tengo preparada una sorpresa: el salto del que sobrevive no es hacia atrás (ni hacia delante).